"TODAS LAS PERSONAS NACEN COMO ORIGINALES, PERO MUCHAS MUEREN COMO FOTOCOPIAS"
Además de las principales tareas de su vida como estudiante e hijo, se las arreglaba para encontrar tiempo para dar catequesis a niños que se preparaban para la Primera Comunión y la Confirmación; ser voluntario en el comedor social de los Capuchinos y las Hermanas de la Madre Teresa; ayudar a los pobres de su barrio; ayudar a niños con dificultades con sus tareas; realizar obras apostólicas por internet; tocar el saxofón; jugar al fútbol; diseñar programas de ordenador; disfrutar de los videojuegos; ver películas de detectives y rodar películas con sus perros y gatos.
«Estar siempre unido a Jesús: este es mi plan de vida», escribió con tan solo siete años. Desde entonces, permaneció fiel a este programa hasta su partida al Cielo, que tuvo lugar entre el 11 y el 12 de octubre de 2006 en el Hospital San Gerardo de Monza.
Desde pequeño, Carlo siempre mostró una gran atracción por el Cielo.
Carlo escribe que «cuando te pones frente al sol, te bronceas... pero cuando te pones frente a Jesús en la Eucaristía, te conviertes en santo».
Para Carlo, «la Eucaristía es su camino al Cielo» y también el medio más poderoso para convertirse rápidamente en santo.
Su famosa cita es: «Todos nacen originales, pero muchos mueren como fotocopias». Para evitar morir como un calco, Carlo se nutre de la fuente de los Sacramentos, que para él son el medio más poderoso para crecer en la virtud, signos eficaces de la infinita misericordia de Dios hacia nosotros.
Gracias a la Eucaristía, Carlo fortalece heroicamente la virtud de la fortaleza, que le dará el coraje común a todos los santos para ir siempre a contracorriente y oponerse a los falsos ídolos que el mundo nos propone constantemente.
La Eucaristía también alimenta en él un fuerte deseo de sintonizar constantemente con la voz del Señor y vivir siempre en su presencia. Al hacerlo, Carlo logra hacer realidad el estilo de vida que aprendió en la escuela de la Eucaristía: estar en la escuela, en una pizzería con amigos, en la plaza viendo un partido de fútbol o usando la computadora, se convierte en un Evangelio viviente. Carlo ha logrado notablemente, a pesar de vivir una vida ordinaria como la de tantos, dedicar su vida, momento a momento, a la meta más alta a la que todos los hombres están llamados: la felicidad eterna con Dios.
Carlo, "el amante de Dios", experimentó esta poderosa presencia de lo divino en su vida terrenal y buscó por todos los medios compartirla generosamente con los demás. Incluso hoy, continúa intercediendo para que todos pongan a Dios en primer lugar en sus vidas y digan, como Carlo: "No yo, sino Dios"; "No el amor propio, sino la gloria de Dios"; "La tristeza es mirarse a uno mismo, la felicidad es mirar a Dios".
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