NUNCA FUE TAN FÁCIL GANARSE EL CIELO
JOSÉ SÁNCHEZ DEL RÍO
En la publicación anterior habíamos dejado a Joselito encerrado en la cárcel de Cotija, Michoacán... comienza la subida al Calvario...
El general Guerrero exigía a la familia de Joselito un rescate para ponerlo en libertad.
José, aun en la cárcel de Cotija, se entera que se exige una fuerte suma de dinero y manda decir a sus padres que no paguen ningún soborno; en algunos relatos se menciona la cantidad de $5,000 pesos que en la época era una fortuna. Su padre, de inmediato, puso manos a la obra para reunir el dinero haciendo "gestiones desesperadas" y estaba dispuesto a usar de todos sus bienes para ese propósito.
Algunos testigos afirman que:
José les pedía que por amor de Dios no pagaran por él ni un centavo porque él ya había ofrecido su vida a Dios.
Redactó otra carta, esta vez era para su tía María Sánchez de Olmedo en la que le hacía estas recomendaciones:
Sahuayo, 6 de febrero de 1928
Querida tía María:
Fui hecho prisionero en combate este día. Creo que me voy a morir dentro de poco. Pero no importa, tía. Resígnese a la voluntad de Dios.
Yo muero muy contento, porque muero en el campo de batalla, junto a nuestro Señor.
No se preocupe por mi muerte, que es lo que me mortifica.
Antes decirle que sí, a ser un traidor a la fe.
Muero porque soy cristero, y por defender la fe de nuestro Señor Jesucristo.
Dígale a mi mamá que me encontré con un sacerdote que me confesó, y que me dijo que, si moría, ese mismo día subiría al cielo.
No me queda más que encomendarla a Dios, y darle mi despedida con gran cariño.
No olvide mi recomendación: Nos veremos en el cielo.
Y si Dios me concede la gracia, desde allá le ayudaré en sus penas.
Saludos a todos, y recen mucho por mí.
Su sobrino que mucho la quiere,
José Sánchez del Río
(Cristero de Cristo Rey)
Algunos prisioneros declararon que en todo tiempo Joselito se mantuvo en oración constante y animaba a otros con palabras de fe y que rezaba el rosario en su celda.
A pesar de los maltratos físicos mostraba una actitud valiente pero sin odio a sus captores.
EL MARTIRIO
En los días siguientes, fue trasladado a Sahuayo, su ciudad natal... sería el 7 u 8 de febrero.En Sahuayo fue encerrado en la sacristía del Templo de Santiago Apóstol, que había sido convertido en una prisión y caballeriza por las tropas del gobierno. Allí los soldados federales intentaban que el jovencito renunciara a su fe católica y gritara vivas al gobierno, pero José gritaba:
¡Viva Cristo Rey!
Lo tuvieron bajo vigilancia y casi sin comida.
Fue llevado al Baptisterio de la Iglesia, el mismo lugar donde 14 años antes él mismo había muerto y resucitado con Cristo por las aguas del bautismo; pero en aquel momento, era utilizado para tener y entrenar gallos de pelea pertenecientes a su padrino de Primera Comunión, Rafael Picazo, quien era diputado local y responsable de su encarcelamiento.
Joselito, indignado por la profanación de la "Casa de Dios" al ser usada como establo y gallinero, mató a los gallos, y algunas fuentes mencionan que esos gallos eran carísimos, incluso traídos de Canadá.
Cuando Rafael Picazo se enteró de lo sucedido, se enfureció. José le contestó:
"La casa de Dios es para rezar, no para usarla como un establo de animales.
Estoy dispuesto a todo. Puede fusilarme. Así me encontraré enseguida en la presencia de Dios y podré pedirle que le confunda."
Este acto de rebeldía y de fe agravó su situación y el enojo de su padrino, siendo un factor (adicional a su condición de cristero) que contribuyó a que se ordenara su martirio y ejecución días después.
Algunos historiadores señalan que la causa principal de su muerte fue ser cristero, pero la matanza de los gallos, sumada al desprecio a su ahijado, aceleró la orden.
Fue llevado entonces al Cuartel del Mesón, donde pudo visitarlo su tía Magdalena para llevarle la Sagrada Comunión, gracias a otra carta que José había escrito a su tía María en los siguientes términos:
Estoy sentenciado a muerte. A las 8 y media se llegará el momento que tanto, que tanto he deseado. Te doy las gracias de todos los favores que me hiciste, tú y Magdalena.
No me encuentro capaz de escribir a mi mamacita, si me haces el favor de escribirle a mi mamá y a María S.
Dile a Magdalena que conseguí con el teniente que [me] permitiera verla por último. Yo creo que no se me negará a venir. Salúdame a todos y tú recibe, como siempre y por último, el corazón de tu sobrino que mucho te quiere y verte desea.
No me encuentro capaz de escribir a mi mamacita, si me haces el favor de escribirle a mi mamá y a María S.
Dile a Magdalena que conseguí con el teniente que [me] permitiera verla por último. Yo creo que no se me negará a venir. Salúdame a todos y tú recibe, como siempre y por último, el corazón de tu sobrino que mucho te quiere y verte desea.
¡Cristo vive, Cristo reina, Cristo impera!
¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!
José Sánchez del Río que murió en defensa de su fe.
No dejen de venir. Adiós.
El 10 de febrero de 1928, como a las 6 de la tarde, lo sacaron del templo y lo llevaron al cuartel del Refugio.
A las 11 de la noche llegó la hora suprema.
Le desollaron los pies con un cuchillo, lo sacaron del mesón y lo hicieron caminar a golpes hasta el cementerio.
Los soldados querían hacerlo apostatar a fuerza de crueldad, pero no lo lograron. Dios le dio fortaleza para caminar, gritando vivas a Cristo Rey y a Santa María de Guadalupe.
Ya en el panteón, preguntó cuál era su sepultura, y con un rasgo admirable de heroísmo, se puso de pie al borde de la propia fosa, para evitar a los verdugos el trabajo de transportar su cuerpo.
Acto seguido, los esbirros se abalanzaron sobre él a la orden del jefe militar y comenzaron a apuñalarlo repetidamente con cuchillos o verduguillos, se cree que fue para evitar el ruido de disparos que rompieran el toque de queda.
A cada puñalada, José Sánchez del Río continuaba exclamando:
"¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!".
En medio del tormento, el capitán jefe de la escolta le preguntó, no por compasión, sino por crueldad, qué les mandaba decir a sus padres, a lo que respondió José:
"Que nos veremos en el cielo.
¡Viva Cristo Rey!
¡Viva la Virgen de Guadalupe!"
Finalmente el capitán u oficial al mando le disparó un tiro en la cabeza, entre la sien y la nuca, y al punto José cayó dentro de la fosa bañado en su propia sangre.
Su alma volaba al cielo.
Sin ataúd y sin mortaja recibió directamente las paladas de tierra y su cuerpo quedó sepultado; varios años después, sus restos fueron inhumados en las catacumbas del templo expiatorio del Sagrado Corazón de Jesús.
El martirio de José Sánchez del Río es un testimonio bien documentado, corroborado por múltiples testigos en los procesos de beatificación y canonización que culminaron en 2005 (20 de noviembre) por S.S. Benedicto XVI y en 2016 (16 de octubre) por el Papa Francisco.
Actualmente los restos mortales de este pequeño gigante, "cristero de Cristo Rey" reposan en el templo parroquial de Santiago Apóstol, en Sahuayo, Michoacán.

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