DE LA IMITACION DEL SAGRADO CORAZÓN - III
La Imitación del Sagrado Corazón
La Purificación del propio corazón
Como el artista que prepara el lienzo que utilizará para plasmar su obra, el Guardia de Honor prepara su corazón para imprimir los rasgos de su Divino Modelo en su magnífica Obra de perfección.
Repitamos incesantemente cuál es nuestro deseo:
Jesús manso y humilde de Corazón,
haced nuestro corazón semejante al vuestro.
Ahora hagamos silencio y escuchemos la dulce voz de Jesús que nos dice:
Ahora hagamos silencio y escuchemos la dulce voz de Jesús que nos dice:
Aprended de Mí, que soy manso y humilde
de Corazón,
y hallaréis descanso para vuestras almas.
Con estas palabras nos manda Jesucristo estudiar e imitar las virtudes de su Corazón, para que podamos desembarazar el alma de toda miseria y lograr la verdadera bienaventuranza.
Estas
sencillas palabras atesoran toda la doctrina de Cristo, los motivos para
aprenderla, el fruto y fin de la misma.
La
excelencia del maestro es el mayor aliciente para aprender su doctrina; y
¿quién más excelente que el Hijo de Dios, a quien constituyó el Eterno Padre
nuestro único Maestro, y en quien residen todos los tesoros de la sabiduría y
ciencia de Dios?
La
doctrina de Cristo es la verdad: aventaja todas las artes y ciencias del mundo,
no abre camino para alcanzar riqueza alguna perecedera ni deleites
transitorios, ni gloria terrenal, pero nos granjea riquezas sin límites y
perdurables, goce inefable y perpetuo, gloria celestial y sempiterna.
Ha compendiado toda su enseñanza en este solo
documento: «Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón»; documento que
Jesús dirigió a todos, grandes y pequeños, por saber que debidamente entendido
y practicado encierra todo lo necesario para la salvación.
Toda su
vida no fue más que el ejercicio de esta doctrina, pues para alentarnos, antes
que a enseñar, comenzó a practicar.
Reflexionemos sobre las palabras del Maestro, nos encontramos mañana en el Santo Tabernáculo.
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