DE LA IMITACION DEL SAGRADO CORAZÓN - IV


La Imitación del Sagrado Corazón


La Purificación del propio corazón

Continuemos preparando nuestro lienzo...
Nuestro deseo siga siendo:


Jesús manso y humilde de Corazón,
haced nuestro corazón semejante al vuestro.

Ahora hagamos silencio y escuchemos la dulce voz de Jesús que nos dice:

Aprended de Mí, que soy manso y humilde de Corazón,
y hallaréis descanso para vuestras almas.




Aprendamos, pues, este precepto y saldremos bastante sabios, sabremos cuanto nos es preciso, y no será menester buscar más sabiduría.


El modo de aprender aquí es practicar, y de dos maneras lo haremos: estudiando y ejercitándonos.

Pero ante todo, para entender lo que estudiamos y llevar a la práctica lo que entendiéremos, es indispensable orar con insistencia.

Debemos, después, meditar con atención la intensidad, anchura y extensión de tal precepto, poniendo con frecuencia ante los ojos a nuestro Maestro como a divino ejemplar, y para ver qué debemos corregir y desechar, qué debemos adquirir y a qué aspirar.

Mas como no basta saber, sino que es necesario practicar el precepto, que es todo práctico y no se aprende, con perfección sino a fuerza de ejercicio, al mismo tiempo que principiamos a aprender, debemos comenzar a obrar, mostrándonos ante Dios y ante los hombres, en pensamientos, palabras y obras, mansos y humildes de corazón.

Y adelantando siempre en la inteligencia y en el ejercicio, debemos de tal manera trabajar, que la fuerza del precepto vaya desarrollándose y extendiéndose cada vez a más acciones de la vida, a nuestros sentimientos íntimos y a todas y cada una nuestras palabras y obras.


Nos encontramos al pie del Altar el día de mañana...

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