DE LA IMITACIÓN DEL SAGRADO CORAZÓN - VII
LA IMITACIÓN DEL SAGRADO CORAZÓN
La purificación del corazón
Nuestro Corazón ha sido creado con tanta delicadeza por Dios... pero... ¿para qué?
Colócate en la presencia del Soberano Corazón de tu Dueño y con toda humildad pide:
Jesús manso y humilde de Corazón,
haced nuestro corazón semejante al vuestro.
Ahora pregúntale para qué hizo tu corazón, querido hermano, Guardia de Honor... escucha atento sus palabras que dicen:
Ni
tal te admires hijo mío, porque no se ha creado tu corazón para el mundo. Todo,
pues, cuanto en él se haya es indigno de tu nobilísimo destino y del amor de tu
corazón.
Para
bienes mayores has sido criado; naciste para lo eterno; tu destino es lo
infinito; no permanezcas entre miserias, tu que naciste para reinar eternamente.
¿Qué te
aprovecharía ganar el universo si pierdes tu alma? En verdad que serías dos
veces infeliz: aquí en la tierra padecerías angustias de corazón y
remordimientos de mala conciencia, y más allá la eterna la infelicidad.
Bienaventurado,
pues, quién desprecia de cuanto engaña al corazón, quién rechazare generoso
todo impedimento de la verdadera felicidad y, acordándose de su noble fin, buscare
sobre todo lo creado la bienaventuranza de su Creador.
Después que hayas meditado seriamente en sus palabras, responde al Señor
¡Dios mío y Salvador mío! tú me creaste para la bienaventuranza, y
con no haber cesado de buscarla, todavía no la he probado, todavía no la
encuentro.
Mis
apetitos gritaban con frecuencia: ¡Hela ahí, hela allí! Yo insensato, lo creía,
y ciego con mis deseos desenfrenados, vagaba por una parte y por otra; más en
vez de la soñada felicidad, hallé miseria y saboree amargura.
¡Miserable
de mí! Creado para buscar en Ti, ¡oh Dios mío! la felicidad, me afane
buscándola fuera de ti en las criaturas, y he aquí que, alejado de la felicidad
para que fui creado, me encontré con la desdicha, para la cual no fui nacido, y
en ella perecí.
¡Dios y Salvador mío! Abre
mis ojos para que claramente de a todos mis errores, y haz que libre de ellos,
busque eficazmente en ti la felicidad que me es imposible hallar en las
criaturas.
Te dejo con esta reflexión hasta mañana al pie del Sagrario, en nuestra Hora de Guardia.
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