DE LA IMITACIÓN DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS - XIX
LA IMITACIÓN DEL SAGRADO CORAZÓN
La purificación del Alma
El corazón debe limpiarse de todo pecado, aún leve:
EL PECADO VENIAL
Pidamos a nuestro Amado:
Pidamos a nuestro Amado:
Jesús manso y humilde de Corazón,
haced nuestro corazón semejante al vuestro.
Escucha a Jesús, que desde su Corazón habla al tuyo:
¿Qué respondes, alma mía, a tu Señor?
– Luego no es, Señor, el pecado venial un mal pequeño, cuanto tanto ofende a tu Majestad, hiere tu Corazón, priva el alma de favores y auxilios especiales, impide el suspirado aprovechamiento, vicia las buenas obras, abre camino para la perdición, compromete la eterna gloria y excluye al reo del cielo.
- Hijo mío, mientras sigas pecando, aunque no sea gravemente, siempre andarás mal, sin
poseer la verdadera felicidad. Y aun
cuando, como es debido, desees la perfección, si no evitas toda culpa voluntaria,
todo tu trabajo por alcanzarla te resultará vano. Porque el pecado venial
disminuye la caridad, infunde tibieza, corrompe los actos de virtud, ciega el
manantial de las gracias y auxilios especiales, y, por último, privando al alma
poco a poco de todos los bienes, la deja enteramente vacía.
¿Qué respondes, alma mía, a tu Señor?
– Luego no es, Señor, el pecado venial un mal pequeño, cuanto tanto ofende a tu Majestad, hiere tu Corazón, priva el alma de favores y auxilios especiales, impide el suspirado aprovechamiento, vicia las buenas obras, abre camino para la perdición, compromete la eterna gloria y excluye al reo del cielo.
¿Y yo he
reputado cosa baladí males tan graves? ¡Cuánta locura la mía! Y lo que es peor,
he cometido tales pecados sin número y sin medida; mis faltas exceden toda
cuenta.
¿Quién
podrá contar el número de estas culpas? Cuántas son las potencias del alma y
los sentidos del cuerpo, tantos han sido los géneros de pecados; tantos los
abusos e ingratitudes, cuantos los favores y beneficios; tanta la multitud de culpas,
cuantas las especies de ocupaciones, ¿Y en qué obra, aun de religión y piedad,
no encontrarás, Señor, algún defecto?
¡Ay,
alma mía! ¿No bastaba cometer tantos pecados por inadvertencia, por ignorancia o
por fragilidad? ¿Era también preciso añadir otros más graves por negligencia,
por deliberación y malicia?
¡Así
pagamos al Señor, por cuya bondad vivimos, y a cuyo amor debemos cuanto somos y
tenemos!
Mientras meditas estas verdades, querido Hermano,
te dejo hasta mi Hora de Guardia el próximo jueves.
te dejo hasta mi Hora de Guardia el próximo jueves.
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