DE LA IMITACIÓN DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS - XV
LA IMITACIÓN DEL SAGRADO CORAZÓN
La purificación del Alma
La última vez, el Corazón Divino nos instaba a ser puros como las azucenas, pidamos su ayuda para prepararle un lugar de recreación, no a las criaturas, sino a Él..., luego escuchemos su voz:
Jesús manso y humilde de Corazón,
haced nuestro corazón semejante al vuestro.
No te
llames a engaño, hijo mío, creyendo que te iría bien con una aparente rectitud,
porque Yo miro principalmente al corazón. ¿Y qué
te aprovecharía agradar con tu exterior a las criaturas todas, si interiormente
me desagradaras?
Cuando
tu corazón estuviere limpio, todo tú estarás limpio; pues de lo interior del
corazón proceden los malos pensamientos, las impurezas, los engaños, las
blasfemias, en una palabra, todos los delitos.
Purifica,
pues, tu corazón y nada impedirá que llegues suavemente a la unión interior
conmigo, y gustes, hasta saciarte, cuánta sea la dulzura de mi Corazón.
Más si
te apartares del mal sólo en apariencia y no desarraigases el pecado de tu
alma, nunca quedarás libre de vicios, sino que brotarán por dentro diez veces
más de lo que en lo exterior evitares por fuera, y cuando te parezca por fuera
estar seguro, te arruinará el peso de los vicios interiores.
Ea,
pues, hijo mío, prepárame en tu corazón una morada limpia, y Yo vendré, y seré
todo tuyo como tú todo mío, y habrá entre ambos familiaridad admirable y unión
sólo conocida a los que han tenido la suerte de probarla.
Ánimo
pues, hijo mío, y principia inmediatamente obra de tanta importancia; no
disfrutarás alegría verdadera hasta que no la rematares. Lo que a
muchos impide la completa purificación del alma es el temor de las dificultades. Artificio
es este del demonio. Este antiguo enemigo de la salvación humana, sabiendo que
de la pureza del alma depende tu salvación y la ajena, y sobre todo mi gloria,
no se da punto de reposo para apartarte, de ella.
No des
oídos a las sugestiones de un embaucador que para conseguir su intento no
repara en verdades o mentiras.
Tú, hijo
mío, ora sin cesar, pide la divina gracia, emprende con fortaleza tu obra, y
verás cómo todos los obstáculos se desvanecen ante tu denuedo, y aun en aquello
en que pensabas encontrar mayor dificultad hallarás, maravillado;
extraordinarios consuelos.
¡Oh, alma mía!, tienes resoluciones que comunicarle al Amor...
Te dejo querido Hermano, hasta mi
Hora de Guardia el próximo jueves.
Hora de Guardia el próximo jueves.
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