DE LA IMITACIÓN DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS - XXIII
LA IMITACIÓN DEL SAGRADO CORAZÓN
La purificación del Alma
El Corazón de Jesús llama de todos, aun de los pecadores.
LA CONFIANZA
Jesús manso y humilde de Corazón,
LA CONFIANZA
Jesús manso y humilde de Corazón,
haced nuestro corazón semejante al vuestro.
Escucha alma mía:
Yo
soy el Buen Padre, que abrazo a los hijos engendrados en la Cruz con amor del
Corazón, el cual permanece perpetuamente abierto para que en todo tiempo hallen
en él asilo, y no un asilo cualquiera, sino el centro de mis amores.
Ellos duermen,
y mi Corazón vela para su custodia; ellos velan, y mi Corazón cuida de
conservarlos. En tanto amor para con ellos arde mi pecho, que a cada uno: de
ellos quiero y protejo como si fuera el único.
Si
alguno, seducido por el enemigo, se aparta de Mí, me contristo por ello como de
la muerte del unigénito; aunque huye, le sigo amoroso y lo llamo; le invito, le
hago promesas. Y si él no quiere escucharme, aguardo con paciencia, me siento a
las puertas de su corazón y llamo frecuentemente.
Y cuando
al cabo se decide a volver a Mí, vuelo a su encuentro, le oprimo contra mi pecho,
latiéndome de gozo el Corazón al ver vivo y salvo junto a Mí al hijo que
lloraba como muerto.
De gozo
convoco todo el cielo, para que se congratule conmigo y se regocije.
Luego
si quieres recrear mi Corazón alborozar el cielo todo y aquietar tu alma,
conviértete de todo corazón a Mí.
Sean tus
pecados graves, sean leves, ven a mi Corazón, y hallarás remedio para todos los
males.
Hijo
mío, confía y no temas; yo te llamo, no para reprenderte, sino para borrar tus
iniquidades.
Ven,
hijo mío, ven; aquí me tienes esperándote con los brazos abiertos y el Corazón
abrasado en tu amor.
Responde a tu Amado:
—Hacia Ti, dulcísimo Jesús, corro presuroso, hacia Ti corro
alentado y confiado en tanta bondad de tu Corazón.
Vengo
clamando y suplicando ¡Oh Señor! que recibas con clemencia a este hijo pródigo
que vuelve de apartadas regiones, escuálido, consumido por el pecado y
rebosando miserias.
No soy
digno de ser llamado hijo tuyo después de tan ruinmente abandonarte, tan
gravemente deshonrarte, tan despiadadamente afligirte.
Pequé
contra el cielo y contra Ti; reo soy, y no me atrevo a llegarme a tus brazos. A
tus plantas derrocado beso el polvo, y apelo a tu Corazón paternal implorándote
perdón.
Cuando
huía de Ti, me llamaste; perdido me buscaste; abusando de tu bondad, me
sufriste; con suavidad admirable me inclinaste a volver a Ti, y ahora, cuando
vuelvo en condición tan desdichada, me recibes y me abrazas. ¡Jesús, Jesús, no
hay padre alguno como Tú!
Alégrense
y regocíjense conmigo todos los ángeles y Santos; alaben también conmigo y
ensalcen por toda la eternidad tu misericordia.
Ya soy
tuyo para siempre, siempre fielmente te amaré, Señor, y por tu amor cumpliré en
todo tu voluntad santísima.
En los brazos del Amor y dentro de su Corazón te dejo hasta el próximo jueves.
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