DE LA IMITACIÓN DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS - XXIV
LA IMITACIÓN DEL SAGRADO CORAZÓN
La purificación del Alma
Comenzar el camino de la Santidad:
LA CONTRICIÓN
Pidamos al Señor:
Jesús manso y humilde de Corazón,
LA CONTRICIÓN
Pidamos al Señor:
Jesús manso y humilde de Corazón,
haced nuestro corazón semejante al vuestro.
Voz
del discípulo. —Infinitos motivos, ¡oh Señor! me impulsan a una completa
enmienda. Los cielos me invitan, los infiernos me amenazan, la tierra, en el
momento menos pensado, puede mandarme a la eternidad.
Hasta mi
propio corazón, agobiado por el peso de tus dones, obligado por las propias
miserias, atraído, finalmente, por la infinita bondad de tu Corazón, no cesa de
estimularme.
Mas,
¿cómo realizaré obra de tanta trascendencia? Veo la obligación, pero no hallo
manera de cumplirla.
Te
ruego, ¡Oh buen Jesús! me enseñes el modo de enmendarme y reformarme con
verdad. Toda gloria que de ello se siguiere, será para Ti y para tu amantísimo
Corazón.
Escucha cuidadosamente, alma mía:
Voz
de Jesús. —Hijo, si quieres purificar el corazón y arrancar de él todo lo
vicioso emprende la obra con ánimo grande y generosos alientos.
Ten
buena y firme voluntad de corregirte, y no descanses nunca hasta la enmienda
perfecta; fomenta al mismo tiempo en ti el sincero y vivo deseo de cooperar a
la gracia divina y seguir sus inspiraciones, porque así un éxito feliz coronará
tus esfuerzos.
Este es
el primer y principal medio que has de poner de tu parte; de él depende la eficacia
de los demás, que sin él, aunque de suyo poderosos, apenas logran eficacia.
Esta
voluntad inquebrantable de trabajar con la gracia para purificar el corazón, y conservarle
puro, es la primera esperanza de la futura pureza del alma, la primera señal de
la futura perfección, la primera nota por la cual se conoce a los que llegarán
a santos, el primer distintivo del verdadero discípulo de mi Corazón.
Provisto ya con esta disposición de ánimo, toma fuego, enciende con él tu
corazón para que consuma los pecados y los vicios que allí brotan.
Hijo
mío, atiende a lo que te digo: Puesto a limpiar un huerto convertido en áspero
erial de plantas dañinas y espinosas, lo limpiarás, ciertamente, si trabajas
con instrumentos a propósito, si arrancas la mala hierba y arrojas fuera todo
lo perjudicial, pero no rematarás tal obra sino a fuerza de mucho tiempo y
trabajo.
Pero si
le aplicas fuego, sin trabajo y en corto tiempo tendrás el huerto limpio.
Es más:
el huerto quedará con el fuego más fértil y apto para florecer y fructificar.
Hijo,
por modo muy parecido, tu corazón, imagen de este huerto, purificarás con más
holgura y facilidad valiéndote del fuego del amor divino, mejor que de otro
instrumento.
Con ello
hallarás mejor dispuesto el corazón para producir flores de virtud y frutos de santidad.
Alcanzarás de mi Corazón este fuego si a El acudes por medio de la oración, si pides, no sólo con los labios, sino con el corazón también.
Saca
de este amor tu contrición, tanto el dolor por los pecados cometidos como el
propósito de no volver a cometerlos.
Hijo
mío, nadie obtiene el perdón de los pecados como no se doliere de ellos, ni se
cura nadie de los vicios como no los aborreciere.
Detesta,
pues, cuanto pudieres, y odia los pecados y vicios, que exceden a todo odio y detestación,
y jamás podrás detestarlos y odiarlos demasiado.
Cuanto
más sacares este dolor del amor de Dios, tanto más perfecta será tu contrición,
aun cuando no la sintieres sensiblemente.
Cuanto
con más sana intención te dolieres y detestares los pecados, tanto más cierto
te encontrarás del perdón y tanto más seguro de la enmienda.
Te dejo con los pensamientos de tus pecados y
la contrición que sacarás de ellos hasta el
próximo domingo, al pie del Santo Altar.
la contrición que sacarás de ellos hasta el
próximo domingo, al pie del Santo Altar.
Comentarios
Publicar un comentario