EL AMOR MISERICORDIOSO
MADRE MARIA TERESA DESANDAIS
El Apóstol del Amor Misericordioso
"La Imagen del Amor Misericordioso"
El Corazón de Jesús en el Crucifijo
Vengo a recordaros que siendo mi corazón el símbolo de mi amor y que, según mi misma palabra, no hay mayor amor que el de morir por sus amigos, debéis honrar mi Corazón sobre esa misma Cruz y que vuestra alma de cristiano, considerándome en el exceso mismo de mis dolores, debe tratar de penetrarse de las disposiciones de mi Corazón en aquellas mismas horas en que se consumaba el mayor de mis misterios de amor.
Lo que debía dar lugar de beneficiar a todos los demás; pues si yo no hubiera muerto… ¡de amor por vosotros!, no hubierais podido vivir una vida de amor…
No vengo, pues de ningún modo a contrariar la expansión de vuestras almas en el culto a mi Corazón al pediros que no excluyáis mi Corazón de la Cruz.
¿No estaba vibrante de amor mi Corazón en las tres horas del Calvario y no merece ser honrado en ese Sacrificio Augusto, lo mismo que cuando después de mi muerte fue atravesado por la lanza?...
No, no vengo yo a reprimir el impulso de las almas que
tienen devoción a honrar mi Corazón divino alanceado, puesto que por mi mismo Espíritu Santo he inspirado y autorizado esta devoción, que siendo aprobada por la Iglesia, debe ser reconocida por vosotros, como voluntad mía; pero quiero llevaros a conocer lo que fueron mis disposiciones mismas sobre el Calvario y a meditar las grandes revelaciones de mi Amor Misericordioso sobre la Cruz, este altar sangriento sobre el cual me inmolé y me ofrecí por vuestra salvación.
Lo que quiero haceros conocer son las vibraciones íntimas de mi Corazón, por mis mismas palabras, que quiero haceros estudiar y meditar en el recogimiento para que luego las hagáis pasar a vuestra vida.
¿No dije yo que la boca habla de la abundancia del Corazón?
Al oír mis palabras sagradas sobre el árbol de la Cruz, por ahí podéis conocer cuáles eran mis disposiciones íntimas en aquel momento.
Veréis entonces cuánto os amo, y de qué manera también vosotros me debéis probar vuestro amor.
Por poco que reflexionéis, habéis de comprender la necesidad que siente un corazón católico de llevar las almas, todas las almas del mundo entero al pie de este árbol sagrado, de ese árbol de salvación, como vosotros os complacéis en cantarlo.
Ahora bien, no son sólo cánticos de vuestros labios lo que yo quiero, sino que os pido viváis en armonía con esas disposiciones que por mi Iglesia trato de poner en vosotros.
Quieren retirar la cruz de todas partes, hacer olvidar a los niños y a las poblaciones mismas quién soy Yo… Satanás tiene horror a la Cruz. No ha dejado de ser el más poderoso de los exorcismos, y mi Iglesia le permanece fiel. ¡Ay! cuántos cristianos a estas horas han retirado el Crucifijo de sus moradas, creyendo rendir homenaje a mi Corazón.
El uno no excluye al otro… Mi Corazón no es para borrar la Cruz y sustituirse a la Cruz… Por eso quisiera enseñaros, al contrario, a no ver jamás la Cruz sin mi Corazón, ni mi Corazón sin la Cruz.
Si meditáis mis enseñanzas a Margarita María, veréis que este fue mi principal designio al descubrirle los excesos de mi amor.
Ahora no hago más que subrayar más lo que ella vino a poner en luz de parte mía, haciéndoos conocer los deseos de mi Corazón.
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