SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, EN VOS CONFÍO
LA GRAN LECCIÓN DEL DIVINO MAESTRO
a la luz de San Francisco de Sales
"En aquel momento tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera»."
Mateo 11, 25-30
Completando la frase del día de ayer:
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré...»
Alguna vez te has preguntado, querido Hermano, Guardia de Honor, ¿de dónde proviene el cansancio, la fatiga, el hastío de la vida?
Refresquemos la memoria... sabemos que Dios, hablando con Adán, después que éste comiera del fruto prohibido, le dice:
«Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que yo te había prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento todos los días de tu vida. Espinas y abrojos te producirá, y comerás la hierba del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás.»Así que ahora ya lo sabes, cuando sientas el peso de tus años, el agobio del día a día, piensa si en tu alma, de "casualidad" no se alberga algún pecado...
Pero pasemos a la meditación de las palabras del Amor que se nos proponen...
¡Que hermosa invitación nos hace hoy el Corazón Sagrado de Jesús!
Venid a mí, "todos" los pecadores... No temáis, no huyáis, no os alejéis... VENID, VENID A MÍ.
Dice San Juan que quien se considere excento de pecado es mentiroso y la verdad no está en él... todos, pues, sin exclusión, estamos abatidos y agobiados por el peso de nuestros pecados... si los pecados tuvieran color, olor, nadie osaría acercarse a nosotros, seríamos como aquellos leprosos a los que solo se extendió la mano misericordiosa del Hijo de Dios...
Así el día de hoy... a tí y a mí, querido Hermano, el Amor nos extiende su bendita mano y señalándonos su Divino Corazón, nos dice: VENID A MI, QUERIDO GUARDIA DE HONOR, SOBRE TODO SI ESTÁIS FATIGADO Y AGOBIADO, SI ESTÁIS CANSADO DE OFENDERME, DE ULTRAJARME... YO OS ABRO MI CORAZÓN Y AHÍ OS ALIVIARÉ.
El Hijo del Hombre, dice Jesús a los fariseos, tiene poder para perdonar los pecados y aliviar la pesada carga que se soporta con ellos... San Francisco de Sales nunca se escandaliza del pecador, y lo anima siempre a sobreponerse para servir con más confianza al Dios Amor, especialmente, si está adelantando en la virtud, como se espera de nosotros, los Guardias de Honor:
«Y cuando quebrantemos las leyes de la indiferencia ante cosas indiferentes, o por las repentinas salidas del amor propio y de nuestras pasiones, postremos inmediatamente, lo antes que podamos, nuestro corazón ante Dios y digamos con espíritu de confianza y humildad: Señor, ten misericordia de mí porque soy débil. Levantémonos con paz y tranquilidad y reanudemos el hilo de nuestra indiferencia; y luego sigamos nuestro trabajo. No hay que romper las cuerdas del laúd ni abandonarlo cuando notamos que desafina. Hay que escuchar para ver de dónde proviene el desajuste y luego, suavemente, tensar o aflojar la cuerda, según lo requiera el arte»
«Qué feliz seréis, querida hija, si hacéis esto, porque Dios habitará en vuestro corazón y en él reinará con toda paz. Pero si cometieseis alguna falta, no perdáis el ánimo, recobraos enseguida, como si no hubieseis caído.»
«Las almas que se han entregado a la divina bondad están siempre alegres. Porque, ¿hay mayor dicha que ésa? Ni las imperfecciones nos deben turbar, porque no queremos tenerlas ni poner en ellas jamás nuestro afecto. Por tanto, quedaos en paz, con dulzura y humildad de corazón».
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