EN LA ESCUELA DE SANTA JUANA DE CHANTAL

 

APRENDER DEL SAGRADO CORAZÓN...

EN LA ESCUELA DE SANTA JUANA FRANCISCA FREMIOT DE CHANTAL

"¡Viva Jesús! si, mi Señor Jesús, viva y reine eternamente en nuestros corazones."

Notas íntimas de Santa Chantal, VSM.


Domingo 16 de agosto 2020

Nos santiguamos y recitamos la oración inicial

Eterno Dios, trino y uno: pues sois tan admirable en vuestros siervos, y especialmente lo fuisteis en vuestra escogida sierva Santa Juana Francisca, a quien fortalecisteis con una fe tan clara y resplandeciente de los misterios, que los creía más ciertamente que si los viese con los ojos del cuerpo, y que hicisteis que esta fe con que fue tan ilustrada, la sirviese de lúcida antorcha para caminar segura en medio de las tentaciones que sobre esta virtud sufrió, suplicoos, Jesús mío, me concedáis por la fe de vuestra sierva una fe que me ilumine para creer cuánto me enseña la Santa Iglesia, y que me dirija en los pasos interiores de mi espíritu, y me alcance la gracia que os pido durante este mes. Amén.

CONSEJO DE SANTA JUANA FRANCISCA

Las rosas de la oración, no se recogen sin las espinas de la mortificación.

RASGOS DE SU VIDA

En la señora de Chantal los deseos eran tan impetuosos como su carácter, y así el de tener un director no la dejó un instante de reposo; decía: 

"Yo deseaba un director, y pedía lo que no conocía, porque aunque me habían educado personas virtuosas, jamás había oído hablar de director, maestro espiritual, ni nada que se le pareciese.

Pero Dios puso este deseo en lo íntimo de mi corazón y era tan fuerte la inspiración de pedirle un director, que yo se lo rogaba con una vehemencia tan profunda, que me parecía sin igual. Yo hablaba a Dios como si le viese con mis propios ojos, y la fe y mis vehementes deseos de ser escuchada me llenaban de la dulce esperanza de ser oída.

Me iba a pasear sola y, como en un transporte decía en voz alta: Dios y Señor, os ruego por la verdad y fidelidad de vuestras promesas, me concedáis para dirigirme espiritualmente, un hombre que sea verdaderamente santo y siervo vuestro, que me haga conocer vuestra voluntad y lo que deseáis de mí, y os prometo y juro en vuestra presencia hacer cuanto me diga de parte vuestra. 

En fin, todo lo que un corazón herido de dolor y obligado por ardientes deseos puede inventar, todo esto decía yo a Nuestro Señor para inclinarle a mi súplica.

La señora de Chantal estaba llamada a muy altas virtudes, y a un papel muy importante en la iglesia, para que no le hubiese preparado Dios un director. Le reservaba uno, en efecto, y de primer orden. Sólo que así como Santa Teresa, antes de encontrar a San Pedro de Alcántara, había buscado inútilmente durante 18 años, así también la señora de Chantal debía comprar, también con muchos años de espera, deseos y pruebas, la felicidad de ser dirigida por San Francisco de Sales.

Tuvo en esta época una como vista anticipada del guía que le estaba; una mañana, estando en Burbilly, iba a caballo por el campo rogando a Nuestro Señor le hiciese conocer al que debía dirigirla, porque este pensamiento no se apartaba de su imaginación; pasaba por un camino ancho a la orilla de un bosque cuando, de repente, divisó en la falda de un montecillo y a poca distancia, un hombre cuyas facciones no había visto nunca y que parecía un obispo. Llevaba una sotana negra, un roquete y bonete en la cabeza, su figura era angélica y casi celestial. Mientras la señora de Chantal le miraba atentamente, oyó una voz que le dijo: "Este es el guía amado de Dios y de los hombres, en cuyas manos descansará tu conciencia". En vano trató de conocer quién podía ser aquel Santo personaje, y aunque no le había visto en ninguna parte, sintió una grande alegría y la seguridad de encontrarle muy pronto. 

Casi al mismo tiempo, estando en oración, San Francisco de Sales fue arrebatada en éxtasis y vio una joven viuda cuyo nombre ignoraba, y a quién jamás había visto. No sabía lo que esta visión significaba, cuando en un momento se levantó el velo del porvenir y vislumbró la cuna de una congregación religiosa de quién sería madre está joven viuda, y él su padre y fundador. Estás visiones fueron acompañadas de tan vivas luces que cuando en Dijón se vieron por primera vez, San Francisco de Sales y Santa Juana de Francisca al instante se reconocieron el uno al otro.

LA PERFECCIÓN DE SU AMOR A DIOS 

¡Oh Bien mío y fortaleza de mi alma!, y muy particularmente de Santa Juana Francisca, a quién fortalecísteis con un espíritu heroicamente varonil para que pareciese por vos inmensos trabajos, y la disteis una paciencia invicta en todos ellos, por lo cual puso la gloria de esta vida en padecer repitiendo con amante y dilatado corazón: "Esta vida se nos ha dado para padecer y la eternidad para gozar." Os suplico, oh Jesús mío, me concedas por la invicta paciencia de vuestra sierva, una paciencia perfecta que sea mi consuelo y gloria en los trabajos de esta vida, asegurando la eterna; y me incliné eficazmente a vivir padeciendo y, crucificada con vos en la cruz, merezca la gracia que os pido. Amén.

Práctica

Se rezarán tres Padre Nuestros, Ave Marías y Gloria Patris a la Santísima Trinidad en obsequio del favor que la Santa recibió a lo largo de su vida y durante el día, tres actos de vencimiento del genio. 

Gloriosísima Santa Juana Francisca:

- Ángel de la pureza, ruega por nosotros.

- Arcángel en la solicitud del bien de las almas…

- Principado excelentísimo en la dirección espiritual y perfecta de innumerables almas…

- Potestad admirable en refrenar los sentidos y las pasiones que son los demonios que más daño nos hacen…

- Virtud prodigiosa en muchedumbre de milagros…

- Dominación sagrada en forma de criatura terrestre de angélico espíritu.

- Trono donde descansó el celestial Esposo…

- Querubín luminoso que alumbráis las acciones de vuestro instituto con vuestros escritos…

- Serafín fogosísimo en cuyo pecho imprimió el amor el Santo nombre de Jesús…

Yo, Santa mía amadísima, me gozo de los singulares dones con que nuestro dulcísimo Esposo enriqueció vuestra alma, y confiado en vuestra benignísima caridad, imploró vuestra clemencia para que me alcances del Señor que os imite en esta vida, y después os acompañe en la gloria. Amén.

Antífona

Tenía Santa Juana Francisca muy grande reputación entre todos, porque temía mucho al Señor, y no había quién hablase de ella una mala palabra.

V. Supo complacer al Señor.

R. Y el Señor se agradó de su modo de proceder.

Omnipotente y misericordioso Dios, que a la Bienaventurada Juana Francisca, abrasada en vuestro amor, la concedisteis una admirable fortaleza de espíritu para caminar en la perfección por todas las sendas de la vida espiritual, y quisisteis por su medio ilustrar a la Iglesia con una nueva familia; concédenos por sus méritos y ruegos, que así como conociendo nuestra flaqueza, confiemos en vuestra virtud, así con el auxilio de la divina gracia venzamos todo lo adverso, por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Nos santiguamos para finalizar

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