EN LA ESCUELA DE SANTA JUANA DE CHANTAL
APRENDER DEL SAGRADO CORAZÓN...
EN LA ESCUELA DE SANTA JUANA FRANCISCA FREMIOT DE CHANTAL
"¡Viva Jesús! si, mi Señor Jesús, viva y reine eternamente en nuestros corazones."
Domingo 09 de agosto 2020
Nos santiguamos y recitamos la oración inicial
Eterno Dios, trino y uno: pues sois tan admirable en vuestros siervos, y especialmente lo fuisteis en vuestra escogida sierva Santa Juana Francisca, a quien fortalecisteis con una fe tan clara y resplandeciente de los misterios, que los creía más ciertamente que si los viese con los ojos del cuerpo, y que hicisteis que esta fe con que fue tan ilustrada, la sirviese de lúcida antorcha para caminar segura en medio de las tentaciones que sobre esta virtud sufrió, suplicoos, Jesús mío, me concedáis por la fe de vuestra sierva una fe que me ilumine para creer cuánto me enseña la Santa Iglesia, y que me dirija en los pasos interiores de mi espíritu, y me alcance la gracia que os pido durante este mes. Amén.
CONSEJO DE SANTA JUANA FRANCISCA
Al tener un crucifijo en las manos piensa, alma mía, que Santa Juana te dice: Os doy, hijo (a) mío (a) el verdadero crucifijo; es vuestro Esposo, tomadlo entre los brazos de vuestra alma; tenedlo cerca, estrechadlo y no abandonéis vuestro puesto al pie de su cruz, dándole vuestro corazón un centenar de veces al día.
RASGOS DE SU VIDA
El esposo que el Presidente Fremiot destinaba a su hija, era un joven caballero, de edad de veintisiete años, primogénito de la ilustre familia de Rabutín, y el último descendiente en línea materna de la familia de San Bernardo. Se llamaba Cristóbal, barón de Chantal, y vivía en Burbilly.
Este joven había heredado el valor de su padre que era veterano de guerra, tenía un carácter muy dulce y esto le atraía quimeras con hombres brutales, que no concebían cómo, sin ser fanfarrón, se puede ser valiente. A los 20 años había ya tenido 18 desafíos, saliendo siempre victorioso. Aunaba al valor, intrepidez y sangre fría, los más delicados sentimientos del honor, una fe profunda y mucha delicadeza de conciencia. Era de carácter alegre, afable y comunicativo; hablaba con gracia, cultivaba las ciencias y gustaba de la poesía. El presidente Fremiot admiró este raro conjunto de buenas cualidades en un hombre de tan pocos años y le hizo nombrar capitán de las tropas de guarnición de Semur.
Por su parte, Juana Francisca había cumplido veinte años. Era de talle gentil, de aire gallardo y majestuoso, y toda su figura, hermosa, llena de gracia natural y atractiva sin artificio ni afeminación. Su carácter era vivo y alegre, su entendimiento claro, despejado y pronto; su juicio sólido, no habiendo en ella nada que fuese voluble ni ligero; en fin, tenía tal reputación que la llamaban "la perfecta señora".
La futura baronesa dejó Dijón, su ciudad natal para trasladarse a Burbilly, donde se realizó el enlace con Cristobal. Los esposos ofrecían el más perfecto modelo de un matrimonio santo, no tenían más que un solo corazón y una sola alma. La santa rodeaba a su esposo de amor y obediencia, amándole ardiente y tiernamente; y éste la correspondía con el afecto más sincero y sólido, venerándola y honrandola con su más íntima confianza. Dios había formado en el corazón de estos esposos una amistad tan casta, sincera y recíproca, que jamás hubo entre ellos no solamente disputa ninguna, sino ni aún diversidad de voluntad.
Había un caballero joven, muy amigo del barón de Chantal, pero al que el diablo tenía cautivo con una gran pasión por nuestra Santa; aunque la singular modestia de la joven baronesa le tenía tan sujeto que no se atrevía a declarar su pasión infame, sino por medio de sutilezas. Cuando el señor de Chantal estaba en casa, no salía de ella este joven caballero con pretexto de la caza.
Una de las veces que el señor barón había ido de viaje, este infeliz enamorado quiso tentar fortuna y fue a visitar a nuestra Santa, que le recibió como a un amigo de su esposo. Acercándose la noche y viendo la santa que empezaba una conversación lisonjera, empleo una santa astucia y, sin manifestar que conocía la pasión que dominaba a aquel joven, le dijo que sentía mucho no estuviese el señor de Chantal en casa para entretenerle y divertirle, porque ella, como mujer ausente de su esposo, no podía pensar en diversión alguna; que además, tenía precisión de ir a casa de una de las señoritas de la vecindad y que dejaba sus criados en la casa para que le sirviesen y asistiecen, y con esto montó a caballo para pasar la noche en otra parte. El pobre caballero quedó tan confuso y aturdido con esta brillante virtud, que jamás volvió a tratar de acercarse a esta virtuosa señora en la ausencia de su esposo.
LA PERFECCIÓN DE SU AMOR A DIOS
Jesús mío, dulce consuelo de Santa Juana Francisca, a quién inflamó vuestro amor de suerte que se imprimió en su pecho tu dulce y santo nombre, para que sellado con tal sello fuese conocido a quién pertenecía, a cualquiera parte que fuese: suplícoos, Dios mío, me concedáis por el tierno y fuerte amor que os tuvo vuestras sierva, un ardentísimo amor a vuestra Majestad, y que logre la dicha de morir en un acto de vuestro amor. Amén.
Práctica
Se rezarán tres Padre Nuestros, Ave Marías y Gloria Patris a la Santísima Trinidad en obsequio del favor que la Santa recibió a lo largo de su vida y durante el día, tres actos de amor a Dios.
Gloriosísima Santa Juana Francisca:
- Ángel de la pureza, ruega por nosotros.
- Arcángel en la solicitud del bien de las almas…
- Principado excelentísimo en la dirección espiritual y perfecta de innumerables almas…
- Potestad admirable en refrenar los sentidos y las pasiones que son los demonios que más daño nos hacen…
- Virtud prodigiosa en muchedumbre de milagros…
- Dominación sagrada en forma de criatura terrestre de angélico espíritu.
- Trono donde descansó el celestial Esposo…
- Querubín luminoso que alumbráis las acciones de vuestro instituto con vuestros escritos…
- Serafín fogosísimo en cuyo pecho imprimió el amor el Santo nombre de Jesús…
Yo, Santa mía amadísima, me gozo de los singulares dones con que nuestro dulcísimo Esposo enriqueció vuestra alma, y confiado en vuestra benignísima caridad, imploró vuestra clemencia para que me alcances del Señor que os imite en esta vida, y después os acompañe en la gloria. Amén.
Antífona
Tenía Santa Juana Francisca muy grande reputación entre todos, porque temía mucho al Señor, y no había quién hablase de ella una mala palabra.
V. Supo complacer al Señor.
R. Y el Señor se agradó de su modo de proceder.
Omnipotente y misericordioso Dios, que a la Bienaventurada Juana Francisca, abrasada en vuestro amor, la concedisteis una admirable fortaleza de espíritu para caminar en la perfección por todas las sendas de la vida espiritual, y quisisteis por su medio ilustrar a la Iglesia con una nueva familia; concédenos por sus méritos y ruegos, que así como conociendo nuestra flaqueza, confiemos en vuestra virtud, así con el auxilio de la divina gracia venzamos todo lo adverso, por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Nos santiguamos para finalizar
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