EL MODELO DEL GUARDIA DE HONOR
NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES
"En verdad, Madre santa, una espada traspaso tu alma.."
San Bernardo
Composición de lugar
Sitúate en el Calvario, al pie de la Cruz, y de manera digna y reverente, mira a la Virgen Santísima y aprende a dar Gloria, Amor y Reparación...
Meditación
Cuarto Dolor: La Santísima Virgen encuentra a su Hijo con la cruz a cuestas.
V. Bañado en sangre y sudor le encuentras, ¡ah! y sin figura. Madre, ¿cuál fue tu amargura? Hijo, ¿cuál fue tu dolor?
R. Por tan acerbo dolor, oh Virgen, cuando expiremos, haz que el alma entreguemos en los brazos del Señor.
La Santísima Virgen se había colocado en un sitio en que pudiera ver a su Hijo al pasar, y, a pesar del dolor que sufriría, quiso verle.
Cierto que Dios la ayudaba, pero Dios no le quitó el dolor de este apasionado encuentro.
Casi muerta de angustia al verle, no pudo emitir ni una sola palabra ni el Señor a ella, porque los que le llevaban iban empujándole con prisa.
La Virgen María fue siguiendo a Jesús desde que salió del patio del pretorio hasta la colina del Calvario. Veía las armas a través de la gente apretujada, oía los gritos que daban a su Hijo para que se levantara del suelo, tuvo que soportar en silencio las mentiras y las acusaciones injustas que hacían contra su Hijo.
¡Virgen bendita entre todas las mujeres, que sufriste más que ninguna madre sufre! ¿Por qué saliste a la calle y te mezclaste entre aquella gente cruel y enloquecida? El amor de tu Hijo, es verdad. Pero, ¿por qué quisiste añadir dolor a tu dolor buscando su encuentro? Quisiste consolarle, quisiste acompañarle, hasta el final. Hasta su muerte, Madre, hasta la tuya.
No le importó a la Madre arriesgarse a ser insultada también por aquella chusma.
Quiso ver cómo era el comienzo de la salvación de los hombres, quiso ver la obra
de Dios, que había de recordar toda su vida con amor y admiración. Todo el mundo abandonó a Dios, menos su Madre; en aquel momento todos le odiaban e
insultaban sin creer en Él, menos su Madre que sí le entendía y le amaba como nadie en la tierra lo ha hecho.
La Virgen María lloraba al ver todo aquello, dolía el pecho de tanto dolor en su corazón. Si a nosotros nos da un vuelco el corazón y nos da lástima ver cómo llevan a la muerte a un hombre que no conocemos, y nos faltan fuerzas incluso para mirarle, pensad qué esfuerzo tendría que hacer la Virgen María para mirar a su Hijo, deshecha su cara y sangrando.
Pero le miró, y Jesús la miró a ella. Las miradas se encontraron, y el corazón de
cada uno quedó herido con el dolor del otro, y a la vez se alegraron y consolaron de que cada uno estaba siendo fiel al otro. No se hablaron, la Madre no pudo, y al Hijo no le dejaron empujándole con prisa. Y, quizá, aunque les hubieran dejado, el Señor no hubiera podido hablar porque un terrible dolor le anudaba la garganta. Pero los que se quieren bien se hablan sin palabras, y los corazones se entienden; y, además, los ojos de la Madre decían todo, y los del Hijo a ella, penetrantes y llenos de lágrimas.
Consideraciones y afectos
¿Quedarás insensible a este cuadro doloroso, alma mía? ¿Tan poco te hiere el amor del Salvador y de su Madre que a costa de tanto sufrimiento pretenden ganarte para el Cielo?
¿Dejarás a tu Madre sola en medio del tropel de gente que la mira con desdén y desprecio por ser la Madre de un reo de muerte, de un blasfemo, de un embaucador y mentiroso profeta? o... ¿serás su fortaleza y sostén en momento tan amargo?
Cuarta Promesa de la Santísima Virgen
a quienes diariamente le honren considerando sus lágrimas y dolores y rezando siete Avemarías:
Les daré cuanto me pidan, con tal de que no se oponga a la adorable voluntad de mi divino Hijo o a la salvación de sus almas.
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