EL MODELO DEL GUARDIA DE HONOR
NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES
"Oh Madre, fuente de amor, hazme sentir tu dolor para que llore contigo..."
Composición de lugar
Sitúate en el Calvario, al pie de la Cruz, y de manera digna y reverente, mira a la Virgen Santísima y aprende a dar Gloria, Amor y Reparación...
Meditación
Quinto Dolor: Jesús muere en la Cruz.
La Virgen María conocía bien a su Hijo, como todas las madres conocen a sus hijos, y como sólo la Madre de Dios conoce a su Hijo. Si pudiéramos saber y entender el cariño y el amor con que se habían mirado siempre Madre e Hijo, sabríamos ahora, cuando todo estaba tan cambiado, cómo sus miradas se ahogarían de dolor.
Aunque el dolor había crecido tanto, el amor no había disminuido en nada. Porque “el Hijo, que amó tanto a su Iglesia que se entregó a la cruz por ella, para hacerla hermosa y sin mancha ni arruga, ni cosa parecida”, pensad cómo amaría a su Madre, Madre de la Iglesia, que ella sola valía más que el resto de la Iglesia, y a la que ella había de animar y sostener con fortaleza cuando Él se fuera.
El Hijo se ofrecía también por su Madre; con su muerte ella ganaría más que ninguna otra criatura en gracia y en la fuerza del Espíritu. Y Ella lo sabía, y por eso le miraba con más amor que nadie, con más agradecimiento y humildad, porque si Jesús alcanzaría con su muerte el ser Rey y Señor eterno del mundo y de todo lo creado, ella, pues compartió hasta el fondo su dolor, también sería Reina y Señora del universo.
Deseoso Jesús de conseguir para los hombres la libertad y de llenar a su Madre de más gracia y hermosura, extendió sus brazos sobre la cruz. Los verdugos pusieron los clavos sobre sus manos y con fuertes golpes las clavaron en la cruz, bien apretadas. Luego clavaron sus pies. Quedó el Rey de todos los siglos cosido con clavos en un madero.
Seguro que mientras le clavaban habría entre la gente gritos y fuertes voces, pero, aun así, aquellos golpes de martillo se clavaban en el corazón de su Madre.
Consideraciones y afectos
Agradezcamos al Hijo el dolor con que hermoseó a su Madre, otorgándole tantas gracias, preservándola del pecado original y asociándola a la salvación de los hombre.
Agradezcamos a la Madre el dolor con que acompaña, al pie de la Cruz, a su Hijo adorándole, amándole y reparando por nuestros pecados.
Quinta Promesa de la Santísima Virgen
a quienes diariamente le honren considerando sus lágrimas y dolores y rezando siete Avemarías:
"Los defenderé en sus batallas espirituales contra el enemigo infernal y las protegeré cada instante de sus vidas."
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