PREFIGURAS DEL AMOR DEL CORAZÓN DE JESÚS
ENCIENDE LOS FUEGOS APAGADOS
Que los sentidos me ayuden:
Aparece inflamado el Sacratísimo Corazón de Jesús, para encender luego nuestros corazones en el fuego de la caridad hacia la Sagrada Eucaristía y hacia la Santísima Pasión.
Jesús habla y me dice...
He venido a arrojar el fuego a la tierra; y ¿cuál es mi deseo sino que arda? Lc. 12, 49.
Que el alma pida luz al Espíritu Santo:
Dios clementísimo, cuya misericordia no tiene número, cuyo tesoro de bondad es infinito, las más veces, allá en el Antiguo Testamento, dignóse aparecer en medio del fuego a los míseros mortales.
Como pluguiese a Él promulgar el Decálogo que todo el orbe debía observar, dejóse ver en la cima del Sinaí vibrando ígneos rayos: "Todo el monte Sinaí, dice el sagrado libro del Éxodo, estaba humeando por haber descendido a él el Señor entre llamas."
Dejóse ver el mismo Señor en un trono de fuego ante la presencia de Daniel, varón de deseos: "Estaba mirando, dice, hasta tanto que fueran puestas sillas, y sentóse el anciano de días: su vestidura blanca como la nieve, y los cabellos de su cabeza como lana limpia: su trono de llama de fuego: sus ruedas fuego encendido.
Presentóse también a los ojos de aquellos tres niños de Babilonia, Sidrach, Misach y Abdenago, en medio de las llamas: "He aquí, dice el texto sagrado, yo veo cuatro hombres sueltos y paseándose en medio del fuego, y no hay en ellos ningún daño, y el aspecto del cuarto es semejante al Hijo de Dios."
Cuando Moisés y todo el pueblo israelítico salía de Egipto, también se apareció el Señor en la columna de nube y de fuego sobre la que, colocando su ígneo trono, vibró rayos contra Faraón; y haciendo que los israelitas pasaran el mar rojo los transportó felizmente a la Palestina: "Estaba ya para romper el alba, dice el sagrado texto, y he aquí que el Señor, echando una mirada desde la columna de fuego y de nube sobre los escuadrones de los egipcios, hizo perecer su ejército."
Todavía más: entre punzantes espinas el mismo mansísimo Dios no se horrorizó de colocar su trono cuando, en medio de ardiente e incombustible zarza, se dignó llamar a sí a Moisés, y derramar de un modo admirable sus consuelos, así sobre Él como sobre todo el pueblo escogido, que a la sazón se hallaba cruelmente oprimido bajo el fiero y tiránico yugo de Faraón; y así dice el libro del Éxodo: “Apareció el Señor en una llama de fuego que salía de en medio de una zarza."
El Dios de Majestad infinita... ¿por qué allá, en la Antigua Ley, apareció en trono de fuego?
¿A qué fin puso tantas veces su asiento en fuego que despedía llamas y rayos? "Y
La razón es obvia: este trono de fuego, dice un comentador, es el amor: como quiera que Dios haya puesto su mirada en el amor, he aquí por qué quiso que le apellidasen el "Dios de fuego."
"El Señor tu Dios es fuego que consume," dijo por boca de Moisés en el Deuteronomio, a fin de significar por este su trono el vehementísimo amor que nos tiene, y la ternura de su perpetua caridad; y así se expresa por Isaías: "Me he compadecido de ti con eterna misericordia, dice el Señor que te ha redimido."
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