PREFIGURAS DEL AMOR DEL CORAZÓN DE JESÚS
ENCIENDE LOS FUEGOS APAGADOS
Que los sentidos me ayuden:
Aparece inflamado el Sacratísimo Corazón de Jesús, para encender luego nuestros corazones en el fuego de la caridad hacia la Sagrada Eucaristía y hacia la Santísima Pasión.
Jesús habla y me dice...
He venido a arrojar el fuego a la tierra; y ¿cuál es mi deseo sino que arda? Lc. 12, 49.
Que el alma pida luz al Espíritu Santo:
Es oportuno recordar en este lugar aquel sagrado fuego que Dios, en otro tiempo, envió desde el cielo al Sumo Sacerdote Aarón, cuando ofrecía el primer sacrificio en el altar que Moisés había fabricado, fuego que desde aquel tiempo fue avivado constantemente y nutrido, merced a leños secos que en él se arrojaban, hasta que los caldeos arrasaron a Jerusalén juntamente con su altar y con su templo. Entonces los sacerdotes escondieron aquel sagrado fuego en un pozo que había en el valle.
¡He aquí un acontecimiento digno de grande admiración! Como buscasen los judíos muchos años después el sagrado fuego, no estaba ya en el pozo; lo que encontraron en su lugar fue una agua crasa, que Nehemías mandó inmediatamente sacar, y rociar con ella los sacrificios en el nuevo altar; y ¡oh nuevo portento! cuando el sol, velado primero por las nubes, disipándolas hubo con sus rayos que tocaban el altar, de empezar a herir aquella agua crasa, presto encendióse un fuego activísimo, que no sólo trocó el agua en ardiente llama, sí que también consumió instantáneamente todas las víctimas que había en el altar. "Y vino el tiempo, dice la Escritura en que "se descubrió el sol que había estado antes cubierto" de nubes, se encendió un grande fuego y todos se "maravillaron." De aquí nuestro lema: "Enciende el fuego que ya se extinguió."
Este fuego enviado del cielo, según San Gregario Magno, representa el amor de Dios: el altar, en que debe constantemente arder aquel divino fuego, representa asimismo nuestro corazón. Más ¡oh dolor! Aquel fuego del amor a Dios en los corazones de muchos cristianos se ha trocado en agua espesísima.
¡He aquí al Corazón mansísimo de Jesús! Tan luego como arrojó sus brillantes rayos, cual místico sol, que había permanecido velado por densas nubes; cuando algunos, aunque muy pocos, consagraron un recuerdo a ese mismo Corazón Divinísimo de Jesús, encendióse, especialmente en estos últimos tiempos, el fuego activísimo de la devoción a tan dulce Dueño.
Bien así, como en tiempo de San Francisco, el seráfico, el mansísimo Salvador del mundo, imprimiendo con sus sacrosantas llagas, en el cuerpo del ilustre Patriarca, el recuerdo de su Pasión Sacratísima, en gran parte olvidado en la Iglesia de Dios en aquel entonces, merced a lo calamitoso de los tiempos, lo renovó a maravilla en los corazones de los fieles, por lo que la Iglesia canta: Oh Jesucristo, Señor Nuestro, que cuando el mundo empezaba a enfriar, a fin de inflamar nuestros corazones con el fuego de tu amor, renovaste en la carne del dichosísimo Francisco las sagradas llagas de tu Pasión, etc., etc.; así en estos últimos tiempos, cuando la iniquidad ha abundado, y la caridad de muchos ha empezado a enfriarse, plugo a la Divina Bondad, por medio del Corazón Divinísimo e inflamado de Jesucristo, apartar al mundo que ya comenzaba a enfriase y a envejecerse en el crimen, de los senderos de perdición, y encender de nuevo en nuestros corazones el fuego del amor, para que a nuestra vez amemos con el corazón, como nos intima el Espíritu Santo diciéndonos: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón," a este mismo amantísimo Redentor nuestro que, llevado de un amor excesivo, nos ha entregado, sin reserva, su Corazón.
He aquí el fin de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Dirijamos a Él nuestras miradas, contemplemos a este divino y herido Corazón.
Teniéndolo ante los ojos subirá nuestra alma a las regiones más elevadas, llegará hasta Dios, hasta nuestro amoroso Redentor, y allí le amará hasta donde le sea posible; pues como reza el vulgar proloquio: “De la vista nace el amor."
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