V - VIDA DE SAN FRANCISCO DE SALES

  

GRACIOSO DE ALMA Y CUERPO...

Continuamos el relato de la vida de San Francisco de Sales:

Según la relación de algunos testigos oculares, se notaba desde entonces en este tierno niño un no sé qué de dulce y tranquilo, como si tuviera ya razón, y sus facciones inspiraban a todos un grato presentimiento de su futura santidad. 

El padrino proclamaba en alta voz que había experimentado durante la ceremonia un consuelo inexplicable, sin poder dejar de pensar que este niño conservaría siempre la gracia del bautismo. 

El barón de Lucinge decía al Sr. de Boisy, que no tenía que pedir a Dios otros hijos para sostener su casa, porque en este se notaban unas señales de gracia tan visibles, que sin duda alguna se consagraría todo a Dios y a la Iglesia: en fin, todos bendecían al cielo y auguraban ente de este maravilloso niño. 

El Sr. de Boisy, para manifestar a Dios su reconocimiento, hizo distribuir entre los pobres cuantiosas limosnas; y desde la mañana hasta la noche, todos los que se presentaron a la puerta del castillo, experimentaron los efectos de su piadosa generosidad. De suerte que el nacimiento de este bendito niño, como el de San Juan Bautista, fue un motivo de gozo para todos, grandes y pequeños.

Pero esta alegría fue bien pronto templada por el temor. Habiendo nacido dos meses antes del término ordinario, el niño era tan débil, tan delicado y sensible, que apenas se le podía tocar sin hacerle sufrir, hasta tal punto que, durante el primer año, se creyó necesario tenerle envuelto en algodón, y acostado en una cuna forrada de seda. 

La Sra. de Boisy hubiera querido criarle por sí misma, según la resolución que había tomado en presencia del santo Sudario; pero se opusieron a ello, no por la edad, según han creído algunos, pues casada a los catorce años, en 1560, solo tenía entonces veintiún años, sino por la delicadeza de su temperamento; fue pues necesario buscar una nodriza, pero la convicción que tenía la Señora de Boisy de que la salud y la virtud de las personas que llenan este ministerio de las madres tienen una gran influencia, no solo sobre el físico sino también sobre la moral de los niños, la hizo muy difícil en la elección. 

Las pruebas sucesivas a que sometió a varias, retardaron el desarrollo de las fuerzas del precioso niño. Pero la señora de la Flechière, su abuela y madrina, la señora de Monthoux, su tía, y otras varias, añadieron, a las delicadas atenciones de la ternura maternal, tantos y tan asiduos cuidados, que al fin lograron verle fuerte y robusto; desapareció todo temor de perderle, y gozaban tranquilos de la felicidad de verle crecer cada día en edad, santidad y sabiduría.

Vida de San Francisco de Sales, Sr. Cura de San Sulpicio, 1876


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