II - VIDA DE SAN FRANCISCO DE SALES
A SER SANTO, SE APRENDE DESDE LA INFANCIA...
En esta ocasión toca acercarnos a la mujer más influyente en la vida de San Francisco de Sales: su madre, de quien aprendió la sensibilidad del corazón que se acerca a Dios con ternura.
La Señora de Boisy (Francisca de Sionnaz) era digna de semejante esposo: más recomendable todavía por las riquezas del talento y del corazón que por su fortuna y bienes, era una mujer que podía servir de modelo bajo todos aspectos.
Era, dice la Santa Madre de Chantal, una alma pura, inocente, sencilla, y al mismo tiempo noble y generosa. Su piedad respecto a Dios, en nada dañaba a sus demás deberes: llena de respeto y de atenciones delicadas para con su esposo, procuraba agradarle en todo; cuidadosa e inteligente en el manejo de su casa, mantenía en ella la paz y el buen orden, haciendo que reinase el temor santo de Dios; vigilaba a sus criados para que todos cumpliesen con los deberes de la piedad cristiana; por sí misma les leía en un libro piadoso después de comer; hacía con ellos la oración de la noche; y lo que es más que todo, les daba ejemplo de todas las virtudes y de la frecuencia de los sacramentos.
Modesta y humilde, era el tipo de la bondad; sus delicias eran cuidar de los pobres, aliviándolos en sus necesidades, visitándolos en sus enfermedades, y dándoles con ternura de madre todo lo de que carecían.
Así vivían estos virtuosos esposos amados de Dios y estimados de los hombres, faltándoles una cosa sola para su completa felicidad. Seis años habían pasado desde su matrimonio, y no tenían aún hijos en quien pudiesen revivir; más en el mes de enero de 1567 quiso el Señor hacer fecunda su unión. En el colmo de la alegría, ni uno ni otro desconocieron al Autor de este beneficio, y se apresuraron a dar a Dios fervientes acciones de gracias.
Sobre todo la Señora de Boisy iba frecuentemente a los pies de los altares a desahogar su alma agradecida, consagrando al Señor el fruto que llevaba en su seno. Un instinto secreto la decía en el fondo de su corazón, que este niño bendecido por Dios, llegaría a ser un gran santo; y este pensamiento la llenaba de sentimientos tiernos y piadosos.
Vida de San Francisco de Sales, Sr. Cura de San Sulpicio, 1876
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