IV - LA DULZURA DE LA VIRTUD

 

LA DULZURA DE LA VIRTUD 

pasar un trago amargo, pero salvarse...

Continuamos la reflexión de San Claudio a la Duquesa de York:

"¡Qué placer caminar a plena luz del día teniendo delante de los ojos el final del camino! ¡Qué terrible, por el contrario, encontrarse envuelto en la oscuridad de la noche, sin saber ni adónde se va ni adónde se va a parar! Mientras la fe sea débil y el espíritu vacile, ¿qué seguridad se puede tener en los caminos de la salvación?"

Dice nuestro Señor en el Evangelio: el Reino de los Cielos es para los esforzados. Debemos ejercitarnos, querido Hermano Guardia de Honor, sí o sí en la virtud. 

"Incontables son los males de los que uno se libera practicando la virtud.  

Una mujer se permite liviandades, está satisfecha; pero teme las sospechas de su marido, teme a sus infidelidades, teme su propia confusión. Los placeres consumen bienes, la venganza atrae otra venganza."

Como a veces se dice: en el pecado está la penitencia... pero... ¿por qué nos gusta sufrir en vano, pecando, ofendiendo a Dios, sufriendo las consecuencias de nuestras malas obras y sumidos cada vez más en nuestra miseria; si hacer el bien es mucho más fácil y rápidamente nos acerca a Dios?

"Además de todo lo que hemos podido decir, hay en la virtud algo secreto, inefable, que ningún lenguaje puede expresar. 

Los buenos tienen sus pasiones dominadas, están desprendidos de la tierra, en cierto modo están armados contra las desgracias y las adversidades que abruman a otros. 

En fin, dado que la cosa es tan importante, hagamos la prueba; ya sea que os engañe o que os diga la verdad, solo hay una ventaja para vosotros. Si os engaño, lo peor que os pasará será llegar al Cielo con un poco de penalidad: tal como esos niños a los que se les hace creer que el remedio que se les ofrece es un fruto delicioso y benéfico; lo toman son engañados; pero se curan."

Hagamos caso al consejo de nuestro Director Espiritual, San Claudio que guio a Santa Margarita, sabe lo que nuestra alma necesita.