YA VIVAMOS, YA MURAMOS, DEL SEÑOR SOMOS

 

DIA 2

SUFRAGIOS

PARA LAS ALMAS BENDITAS DEL PURGATORIO




"PRÁCTICAS DE SUFRAGIOS EN COMPAÑÍA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS SEGÚN EL DESAFÍO DE SANTA MARGARITA MARÍA. "

Estamos en el segundo día de estas meditaciones, querido Hermano, Guardia de Honor, comparto contigo este tesoro del R.P. Víctor Jouët:


¿Qué desea de nosotros el Corazón divino respecto de las almas del Purgatorio?
 
Que las amemos como él mismo nos amó.

Ésta es la segunda regla de la caridad. Este es el precepto nuevo. En la ley antigua ya había que amar al prójimo como a uno mismo; en la nueva ley, en la ley de la gracia, el Salvador nos dice: “Amaos los unos a los otros, como yo os he amado”. ¡Qué palabra esta! Debemos repetirlo para nosotros mismos, sondear sus profundidades y sopesar las consecuencias.

Un día servirá como término de comparación. Nuestro Señor nos dirá a cada uno de nosotros: “¿Os acordáis del amor del que os di tan brillantes testimonios, sin ninguna obligación de mi parte, sin ningún derecho a poseerlo?

“Es un ejemplo, ¡y qué ejemplo!... ¿Lo seguiste?... Si yo, que soy tu Dios infinitamente grande, he querido actuar así contigo, infinitamente pequeño, ¿no es justo que tú, mi insolvente deudor, aceptes en actuar así con tu prójimo?... Y tu prójimo no cesa aún de estar en las prisiones expiatorias del Purgatorio. 

“¿Lo amas más allá de la tumba, como lo has amado durante la vida? ¿Vienes a él con tus sufragios, como yo vine del cielo con todos mis dones? Entre tú y yo el abismo es sin medida; pero entre el alma del Purgatorio y tú, que de rasgos de semejanza os aproximan, ¡qué lazos de amor os unen! Ustedes son criaturas del mismo Dios, hijos del mismo Padre, los redimidos del mismo Salvador, miembros de un mismo cuerpo, los pámpanos de una misma vid, los coherederos de un mismo reino.

Qué unión entre estas queridas almas y nosotros, qué de mutuos servicios debemos prestarnos, qué ventajas deberíamos sacar de esta maravilla que llamamos comunión de los santos, y que cumple y realiza tan bien el deseo de este divino Corazón: amaos los unos a los otros, como yo te he amado. Diligatis invicem sicut et ego dilexi vos (Jn, XIII, 34). Pensemos en ello detenidamente.

Historia. Santa Cristina la Admirable, de Saint-Trond (Bélgica), 1150-1224.

Quién la superará alguna vez, si alguna vez la igualamos, en su caridad hacia las almas del Purgatorio, a esta gran Santa, cuyo oficio propio aprobado por la Sagrada Congregación de Ritos en 1857, para la diócesis de Lieja, incluye, entre otras, estas asombrosas y significativas palabras: “Cuánto agradó al Señor en su humilde y despreciado empleo, y con qué dones admirables su favor la enriqueció, solo aquel que sabe que escogiendo a los débiles del mundo según su beneplácito y, a veces, para confundir a los fuertes, obra en ellos maravillas inauditas en todo el transcurso de los siglos pasados...

“Lo que se dice de la vida extática de Cristina, de su muerte y de su primera resurrección, de los terribles sufrimientos que se impuso a sí misma por los pecadores, o que sufrió voluntariamente para la liberación de las almas del Purgatorio, supera toda concepción humana.

"Rara vez hablaba y evitaba el comercio humano tanto como podía. Amaba la pobreza sin medida: vestida harapos miserables, nunca usaba zapatos, ni siquiera en el frío más duro del invierno. Apenas comía, normalmente cada dos días, y elegía los platos más repugnantes. Casi no dormía.

En medio de sus ejercicios espirituales y corporales, en los cuales durante toda su vida se aplicó a la meditación de las cosas celestiales, estaba tan encantada fuera de sí misma ante la proximidad de su muerte, cuyo momento conocía por revelación, que no se desviaba, sino con infinitas dificultades de sus divinas contemplaciones... Se durmió dulcemente en la paz del Señor, entre las monjas benedictinas de Saint-Trond, hacia el año 1224. 


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