EL CORAZÓN DEL VERBO ENCARNADO ES NUESTRO REY


LA IMITACIÓN 
DEL SAGRADO CORAZÓN





La particular devoción al Corazón Sacratísimo de Jesús, Hijo de Dios, es la más antigua entre los cristianos. Antes que los Santos Sacramentos y otros objetos de devoción existiesen, ya la Bienaventurada Virgen María reverenciaba al Dulcísimo Corazón de su amantísimo Hijo, ya San José lo estrechaba contra el suyo; ya los pastores y los magos, Simeón y Ana, los Apóstoles y discípulos por Él y hacía Él se veían atraídos, a Él amaban y trataban de imitar.

Pero desde el momento en que Jesucristo llamó a todos los hombres para que supieran cómo Él era manso y humilde de corazón; desde que sacó de los tesoros de su Corazón el Sacramento de la Eucaristía, el más precioso de sus dones; desde que quiso que le abriesen en la Cruz su sagrado pecho, y permaneciese abierto como refugio para todos, desde entonces se acrecentó maravillosamente la devoción al Corazón Divino.

Ya los Apóstoles extendieron por todo el mundo está particular devoción y de aquí que los Padres de la Iglesia la sustentaran con gran afecto y ternura y la recomendarán con gran cuidado. 

Finalmente, los santos de todos los siglos fueron discípulos devotísimos del Corazón de Jesús.

Más, cuando llegó la plenitud de los tiempos, que el Señor escogió para franquear todas las riquezas de su Corazón, entonces fue cuando apareció la benignidad del Salvador, y Él mismo reveló cómo era voluntad suya que en adelante fuese especialísima la devoción a su Corazón Sacratísimo: prometiendo y asegurando que derramaría sus gracias sobre cuantos se consagrasen de un modo especial al culto de su Corazón Sacratísimo.

Jaculatoria
Jesús manso y humilde de Corazón
haced nuestro Corazón semejante al vuestro.

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