DE LA IMITACION DEL SAGRACO CORAZÓN - V

LA IMITACIÓN DEL SAGRADO CORAZÓN



La Purificación del propio corazón



Sin gota de desánimo, continuamos preparando nuestro lienzo según las instrucciones del Divino Maestro. Pidamos su ayuda diciendo: 

Jesús manso y humilde de Corazón,
haced nuestro corazón semejante al vuestro.

En silencio y escuchemos la dulce voz de Jesús que nos dice:

Aprended de Mí, que soy manso y humilde de Corazón,
y hallaréis descanso para vuestras almas.


Aprendamos de tal suerte lo que por Dios nos ha sido propuesto y conseguiremos el fruto que ha de remunerar nuestro trabajo y que nos prometió Aquel que no puede engañarse ni engañarnos.


¿Y cuál es este fruto prometido?

Indudablemente el mayor de todos. «Encontraréis —dice —descanso.»


¿Y qué significa encontrar descanso?

Es encontrar aquella posesión con la cual, llenos y regocijados, descansemos, sin trabajar más para buscarla y sin sobresalto de perderla.

Quien encontrare este descanso estará tranquilo de verdad y será dichoso; mas quien no lo hallare, posea lo que poseyere, siempre andará sobresaltado y sin ventura, porque no se le saciará el corazón y siempre ambicionará más y correrá peligro constante de perder, a su pesar, lo ya adquirido.
Es tal nuestra naturaleza, que ansía de suyo una dichosa quietud sin que esté en nuestra mano el evitarlo.
Sumo favor de Dios fue ponernos este deseo anhelante, esta condición ansiosa, porque con empeño y de modo natural y suave buscaremos aquello mismo que nos ha de hacer felices.

Y aunque por nuestro libre albedrío podamos buscar descanso en la variedad de cosas, siempre, sin embargo, aquel nuestro deseo e inclinación decidida insistirá hasta encontrar el objeto en cuya posesión solamente encontraremos la dicha.

Cristo nuestro Señor, autor de tal deseo, y en quien repugna habernos dado una inclinación invencible sin objeto o sin posibilidad de alcanzarlo, El mismo nos manifiesta dónde hemos de buscar el verdadero objeto de esa inclinación, y dónde lo encontraremos.

«Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso.» No hace género alguno de distinción ni de excepción. Encontraremos, pues, verdadero descanso y verdadera felicidad.

Nos vemos en el Santo Tabernáculo, en nuestra Hora de Guardia, el día de mañana.

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