DE LA IMITACION DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS - XXI

LA IMITACIÓN DEL SAGRADO CORAZÓN


La purificación del Alma

El corazón del hombre atado por lazos miserables que no le dejan volar
LA CONCIENCIA BUENA O MALA

Pidamos el socorro del Señor:

Jesús manso y humilde de Corazón,
haced nuestro corazón semejante al vuestro.

Sigamos, dulce Jesús con tu enseñanza:

A veces , hijo mío, el corazón, esclavo de una mala costumbre, viene a parar en esto: que nada piensa, nada ama, nada encuentra agradable sino aquello que regala sus apetitos; y aunque conozca que acelera el camino de su perdición, no para mientes en ello, sino como bestia estúpida corre sin freno tras las concupiscencias, pisoteando, no sólo los bienes eternos, sino también la probidad, el honor, la vida misma.

El pecador no necesita enemigo que le dañe y atormente. Él es su mayor enemigo, él su verdugo más despiadado. En aquello mismo en que piensa encontrar gozo y satisfacción, allí suele hallar mil géneros de tortura.

¡Cuán infeliz debe ser quien permite a Satanás sentarse y dominar en el trono de su corazón!

¡Feliz aquel que no haya experimentado jamás la esclavitud del demonio! ¡Bienaventurado aquel que nunca gimió agobiado con los grillos de la culpa!

Hijo, si aún no has probado la desgracia de estar en pecado, regocíjate con todo el cielo y nunca pretendas saber qué sea servir a Satanás.

Más si desdichadamente eres su siervo, ten compasión de tu alma, arroja enardecido ese yugo, rompe las cadenas del infierno y goza de la libertad de los hijos de Dios.

Reconociendo la verdad de tus palabras:

— ¡Oh Señor, cuanta infelicidad es vivir en pecado! ¡Qué desgraciada el alma que vive en estado tan miserable! ¿Qué paz, qué gozo podrá disfrutar teniendo por enemigo a Ti, Señor, que todo lo puedes y todo lo sabes, estando alejado de tu Corazón, su último y más seguro asilo, y sabiendo que en el momento menos pensado puede ser arrojada al fuego del infierno?

¡Cuán desventurado, quien al retirarse a su propio corazón, encuentra allí morando a Satanás, encuentra allí un infierno anticipado, sin nada alegre ni consolador, sino viendo por todas partes horrores y tinieblas, temores y suplicios!

¡Oh alma infelicísima! ¡Cuán diferente ahora de cuando, engalanada con la gracia celestial, ennoblecida con la adopción de hija, de Dios, estabas tan hermosa, tan noble, que ponías admiración a los ángeles y Santos! ¡Y ahora qué desfigurada por el pecado, qué envilecida, qué despreciada!

¡Oh Jesús mío! Si pudiera yo deshacer lo que tan miserablemente hice, aun a costa de mi vida. ¡Si yo jamás hubiese venido a tanto infortunio, sino que hubiera perdido la vida antes que tu gracia!

Dichosos mil veces aquellos que nunca perdieron la inocencia ni experimentaron jamás la infelicidad del estado de culpa.

Revísteme, te suplico, de mi antigua vestidura; restaura mi inocencia, que estoy dispuesto a servirte con renovación de vida para custodiarla inmaculada día por día hasta el fin de mi existencia.

Te dejo hasta mi Hora de Guardia el próximo jueves.


Comentarios

Entradas populares