CONFIANZA EN LA MISERICORDIA


SOR BENIGNA CONSOLATA FERRER

"EL APÓSTOL DE LA MISERICORDIA DIVINA"


La "Pequeña Secretaria" del Corazón Adorable de Jesús escribía a dictado del Divino Amor.

« — Se tiene una idea demasiado menguada de la Bondad de Dios, de Su Misericordia, de Su Amor hacia las criaturas: se mide a Dios por las criaturas y Dios no es limitado, y por tanto tampoco es limitada su Bondad.

 ¡Oh! ¡Poder disfrutar de un Dios, y no hacerlo!... ¿y por qué no se hace? porque en el mundo no se le conoce.

Yo soy un tesoro infinito puesto por mi Eterno Padre a disposición de todos: mis criaturas me rechazan; pero con cuánto daño suyo, lo comprenderán solamente en la eternidad.

Yo amo a los hombres, Yo amo tiernamente a los hombres, los amo ternísimamente como a mis queridos hermanos, y aunque hay una distancia infinita entre Mí y ellos, Yo no la tengo en cuenta. »


Del "VADEMECUM" extraemos:

El Tratado de Caridad
(Segunda parte)
  1. ¡Alma querida! Ayuda también mucho al amado prójimo, encomendándomelo en tus oraciones. Tú tienes todo poder sobre mi corazón; trata de saber aprovecharte de él. Acuérdate que la benignidad debe siempre sobresalir en todo. No te hagas nunca juez de tu prójimo, más discúlpalo siempre. Si tú lo disculpas, yo te disculparé cerca de mi Divino Padre.
  2. Si te vienen pensamientos contra la caridad, eso no es malo. Las malas hierbas nacen juntas con las buenas sin haberlas sembrado; tu trabajo será arrancarlas enseguida y plantar en su lugar buena semilla. 
  3. Trata a tu prójimo como a la pupila de tu ojo; así como Yo te trato como a la pupila de mi ojo divino. 
  4. Yo quiero que tú tengas a tu querido prójimo en tu corazón como en un invernadero de amor. En el invernadero las flores toman el sol, pero no son azotadas por la tempestad, ni sacudidas por el viento; esto es lo que de ti quiero para el amado prójimo. Que tú expongas al prójimo al sol, esto es, que le transmitas toda clase de exquisitas atenciones, de aquellas que abrasan el corazón; pero todo aquello que pudiera aunque mínimamente herir al prójimo o hacerle sufrir por poco que sea, que tú lo alejes de él, que tú lo tomes sobre ti, como hacen los cristales del invernader, que reciben sobre sí la lluvia, la tormenta, la niebla, pero que no dejan pasar nada de esto sobre las flores. Acuérdate siempre que ésta es una máxima evangélica: Debes amar a tu prójimo como Yo le he amado, por lo tanto, más que a ti misma. Si tú supieras como reposo en un corazón tan caritativo. En él encuentro mis delicias y las hago gustar al alma que Yo inundo de paz, de alegría, de consuelos celestiales.
  5. En tus referencias espirituales debes desear para el prójimo todo el bien espiritual que para ti deseas, y favorecerlo como a ti misma.

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