SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, EN VOS CONFÍO

LA GRAN LECCIÓN DEL DIVINO MAESTRO
a la luz de San Francisco de Sales


"En aquel momento tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera»."
Mateo 11, 25-30

Seguimos meditando esta Palabra del Señor:

«... aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón...»

Y hoy nos concentraremos en la virtud que hace Santos: LA HUMILDAD.

Dice Santo Tomás de Aquino que la palabra "HUMILDAD" se deriva del latín humus, que designa "LA TIERRA QUE PISAMOS". Si nos quedáramos con esta definición, tendríamos ya mucha materia para examinar nuestras reacciones cuando se nos desprecia por considerarnos pobres, innobles, de poco valor y veríamos lo lejos que estamos de ser humildes, pues no toleramos que "se nos pise".

El cristiano es el imitador del Gran Modelo, Jesucristo, que se humilló hasta padecer la muerte más ignominiosa, después de ser tratado peor que el peor de los criminales de la historia. Y tú y yo, querido Hermano, Guardia de Honor, ¿somos más que el Hijo de Dios, que no podemos sufrir ninguna afrenta, por su amor?

Ahora, la humildad es una virtud que se vive en primera persona, es decir, ningún hombre puede humillar a otro sino sólo a sí mismo, y esto sólo puede lograrlo adecuadamente mediante la ayuda de la gracia divina.  San Bernardo habla de un hombre que, conociéndose a sí mismo como realmente es, se rebaja y se somete voluntariamente a Dios y por él, al prójimo.

La humildad no exige que consideremos que los dones y gracias que nos ha concedido Dios en el orden natural y sobrenatural son de menor valor que los dones y gracias similares que vemos en otros. Sin embargo, un hombre puede valorar un bien en su prójimo que no posee en sí mismo, o reconocer un defecto o mal en sí mismo que no ve en su prójimo, de forma que cuando alguien se humilla a sí mismo ante un semejante o alguien inferior, lo hace porque considera que esa persona es, de algún modo, su superior.

La humildad es una virtud moderadora o represiva que se opone al orgullo y a la vanagloria o a ese espíritu dentro de nosotros que nos lleva a querer cosas que están más allá de nuestras fuerzas o capacidad, y por lo tanto está incluida en la virtud cardinal de la templanza, de la misma forma que la mansedumbre, que reprime la ira.

Se dice que la humildad es el cimiento del edificio espiritual, pues, en la medida en que parece mantener la mente y el corazón sometidos a la razón y a Dios, cumple una función propia en relación con la fe.

La Orden de la Visitación de Santa María, obra del Santo Doctor de la piedad, Francisco de Sales, está cimentada en la virtud preferida del Corazón Divino del Salvador y de su Santo Fundador, quien recomienda a Filotea sobre LA HUMILDAD:

"Así la humildad ahuyenta a Satanás, y, por esto, todos los santos, y, particularmente el Rey de los santos y su Madre, siempre han honrado y amado esta digna virtud más que ninguna otra entre todas las virtudes morales."

"Decimos muchas veces que no somos nada, que somos la misma miseria y el desecho del mundo, pero mucho nos dolería que alguien hiciese suyas nuestras palabras y anduviese diciendo de nosotros lo que somos. Al contrario, hacemos como quien huye y se esconde, para que vayan en pos de nosotros y nos busquen: fingimos que queremos ser los últimos y que queremos ocupar el postrer lugar en la mesa, pero con el fin de pasar honrosamente al primero. La verdadera humildad no toma el aire de tal y no dice muchas palabras humildes, porque no solo desea ocultar las otras virtudes, sino también y principalmente desea ocultarse ella misma, y, si le fuese lícito mentir, fingir o escandalizar al prójimo, haría actos de arrogancia y de soberbia, para esconderse y vivir totalmente desconocida y  a cubierto."

"No son muy frecuentes las ocasiones de practicar la fortaleza, la magnanimidad, la magnificencia; pero la dulzura, la templanza, la honestidad y la humildad son unas virtudes que han de informar todas las acciones de nuestra vida. Hay virtudes más excelentes que éstas: el uso, empero, de éstas es más necesario."

"Si me siento combatido por el orgullo o por la ira, será menester que, en todas las cosas, me incline y me doblegue del lado de la humildad y de la mansedumbre, y que, hacia este fin, enderece los demás ejercicios de la oración, de los sacramentos, de la prudencia, de la constancia, de la sobriedad."

VAYAMOS LEJOS EN EL CONOCIMIENTO DE LA HUMILDAD Y LA MANSEDUMBRE DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, QUE NUNCA TERMINAREMOS DE APRENDER SOBRE ELLAS; Y DE LA MANO DE SAN FRANCISCO DE SALES, EN LA INTRODUCCIÓN A LA VIDA DEVOTA, INTENTEMOS PRACTICARLAS.

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