EN LA ESCUELA DE SANTA JUANA DE CHANTAL

  

APRENDER DEL SAGRADO CORAZÓN...

EN LA ESCUELA DE SANTA JUANA FRANCISCA FREMIOT DE CHANTAL

"¡Viva Jesús! si, mi Señor Jesús, viva y reine eternamente en nuestros corazones."

Notas íntimas de Santa Chantal, VSM.



Jueves 13 de agosto 2020

Nos santiguamos y recitamos la oración inicial

Eterno Dios, trino y uno: pues sois tan admirable en vuestros siervos, y especialmente lo fuisteis en vuestra escogida sierva Santa Juana Francisca, a quien fortalecisteis con una fe tan clara y resplandeciente de los misterios, que los creía más ciertamente que si los viese con los ojos del cuerpo, y que hicisteis que esta fe con que fue tan ilustrada, la sirviese de lúcida antorcha para caminar segura en medio de las tentaciones que sobre esta virtud sufrió, suplicoos, Jesús mío, me concedáis por la fe de vuestra sierva una fe que me ilumine para creer cuánto me enseña la Santa Iglesia, y que me dirija en los pasos interiores de mi espíritu, y me alcance la gracia que os pido durante este mes. Amén.


CONSEJO DE SANTA JUANA FRANCISCA

Te recomiendo que te acuses en la confesión de forma clara, franca y sencilla. Cuando te sucedan malos pensamientos y te apercibes de ello, haz un acto positivo o una acción contraria al mal pensamiento, y no pierdas más el tiempo; ignóralo.

RASGOS DE SU VIDA

En medio de tanta felicidad, y de una vida más y más consagrada a Dios, llegó la gran prueba: el barón de Chantal cayó peligrosamente enfermo, y entonces se vio muy claro que la Religión, en lugar de apagar los legítimos afectos, dobla su energía purificando las almas.

Nuestra Santa enfermó, por decirlo así, con su querido esposo; sentada a los pies de su cama, con el alma traspasada, pero con un rostro tranquilo para no alarmarle. No le dejaba ni de día ni de noche, apenas se separaba de él en los cortos instantes en que descansaba un poco; entonces, se la encontraba en la capilla del Castillo, postrada, bañada en lágrimas.

El barón de Chantal sufría sus dolores como verdadero cristiano, veía el falso juicio del mundo de que acababa de ser víctima, la peligrosa enfermedad que amenazaba su vida, todo abría su imaginación con luces más claras. Sentía la nada de las cosas del mundo y su corazón, deshaciéndose poco a poco de todo, aspiraba sólo al amor de Dios. Tenía sentimientos más íntimos de la eternidad y quería se hiciesen la recíproca promesa de que el primero que quedarse libre por la muerte del otro, consagraría el resto de sus días al servicio de Dios. Pero como el corazón de nuestra virtuosa señora no podía sufrir la idea de separarse, mudaba siempre de conversación.

Por fin, el señor de Chantal se puso bueno, se restableció y tomó fuerzas; empezó otra vez sus paseos y cacerías. El caballero de Anlezy, señor de Chazelles, uno de los vecinos parientes y mejores amigos del señor de Chantal, vino a verle y darle la enhorabuena por su convalecencia. Propuso una cacería y aceptó gustosamente el señor de Chantal porque era una de las diversiones que más le agradaban.

Los dos amigos salieron muy de mañana acompañados de algunos criados al sitio en que iban a cazar y, habiendo llegado, dejando un poco atrás a los criados, principiaron a andar con lentitud por las orillas opuestas de un claro del bosque. Llevaban sus arcabuces armados y cebados, y el gatillo caído; de repente sale un tiro y resuena un grito, cayendo el barón de Chantal en tierra, bañado en sangre.

Nunca ha podido saberse de qué modo sucedió este terrible acontecimiento. El golpe fue mortal, el muslo estaba roto y le habían entrado varias balas en las caderas. “Muerto estoy, dijo el barón al caer, amigo y primo mío, con todo mi corazón te perdono porque no lo has hecho sino por puro descuido.” Pero el desgraciado Anlesy, por su dolor se volvía loco e iba de un lado a otro gritando y queriendo matarse con sus mismas armas. “Primo y amigo querido, le gritaba el moribundo, el cielo me envió el tiro antes que saliese de tu mano. No peques, te ruego, acuérdate de Dios y de que eres cristiano.”

El señor de Chantal inmediatamente envió a buscar un sacerdote y a otro criado mandó dar la noticia a su esposa que no estaba aún restablecida de su último parto. Al recibir el recado estaba fuera de sí. Era tan intenso el dolor de la señora de Chantal que no podía decidirse a la aceptación de su desgracia; el sí de la resignación no podía salir de su boca, a cada instante salía del cuarto del enfermo sollozando amargamente y corriendo por los corredores y salas del Castillo exclamando en altavoz: "Señor y Dios mío, toma cuánto tengo en este mundo, pero dejadme a mi querido esposo.

La víspera de su muerte, el señor de Chantal recibió el santo viático con la devoción y fervor de un religioso; perdón otra vez a su matador e hizo escribir este perdón en el libro de la parroquia, para que nadie pensase en vengarse y, a cualquiera que tratase de ello lo desheredaría.

La santa viuda lloró a su esposo con un diluvio de lágrimas, quedó pues, viuda a los 28 años después de haber tenido la rara felicidad de encontrar un esposo digno de ella; había sido arrancada de sus brazos por un horrible accidente, de los seis hijos con que en ocho años había Dios bendecido su santo matrimonio, dos habían muerto en la cuna, la quedaban cuatro: un hijo de 5 años y tres hijas aún más pequeñas, sobre todo la última que no tenía tres semanas. Más Dios, que conoce lo que vale un alma, es el único que puede imponerla tan pesada carga y Él sólo el que puede ayudar a soportarla; Él mismo enjugo sus lágrimas dolorosas y cicatrizó tan profundas heridas.

LA PERFECCIÓN DE SU AMOR A DIOS

¡Oh mi Dios, dulce Pastor de Santa Juana Francisca!, a quién comunicaste el celo de la salvación de las almas, como lo muestran tantas conducidas a la perfección y a la gloria, con tan inmensos trabajos de su Santa vida y tantos conventos de religiosas que han convertido las Casas en jardín del Celestial Espos; suplicóos, oh Jesús mío, que por el abrazado celo de vuestras sierva, me concedáis un amor perfecto a mis prójimos, que guíe a todos con mis ejemplos a la gloria eterna. Amén.

Práctica

Se rezarán tres Padre Nuestros, Ave Marías y Gloria Patris a la Santísima Trinidad en obsequio del favor que la Santa recibió a lo largo de su vida y durante el día, tres actos de deseo pidiendo por la salvación de las almas.


Gloriosísima Santa Juana Francisca:

- Ángel de la pureza, ruega por nosotros.

- Arcángel en la solicitud del bien de las almas…

- Principado excelentísimo en la dirección espiritual y perfecta de innumerables almas…

- Potestad admirable en refrenar los sentidos y las pasiones que son los demonios que más daño nos hacen…

- Virtud prodigiosa en muchedumbre de milagros…

- Dominación sagrada en forma de criatura terrestre de angélico espíritu.

- Trono donde descansó el celestial Esposo…

- Querubín luminoso que alumbráis las acciones de vuestro instituto con vuestros escritos…

- Serafín fogosísimo en cuyo pecho imprimió el amor el Santo nombre de Jesús…

Yo, Santa mía amadísima, me gozo de los singulares dones con que nuestro dulcísimo Esposo enriqueció vuestra alma, y confiado en vuestra benignísima caridad, imploró vuestra clemencia para que me alcances del Señor que os imite en esta vida, y después os acompañe en la gloria. Amén.


Antífona

Tenía Santa Juana Francisca muy grande reputación entre todos, porque temía mucho al Señor, y no había quién hablase de ella una mala palabra.

V. Supo complacer al Señor.

R. Y el Señor se agradó de su modo de proceder.

Omnipotente y misericordioso Dios, que a la Bienaventurada Juana Francisca, abrasada en vuestro amor, la concedisteis una admirable fortaleza de espíritu para caminar en la perfección por todas las sendas de la vida espiritual, y quisisteis por su medio ilustrar a la Iglesia con una nueva familia; concédenos por sus méritos y ruegos, que así como conociendo nuestra flaqueza, confiemos en vuestra virtud, así con el auxilio de la divina gracia venzamos todo lo adverso, por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Nos santiguamos para finalizar

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