EN LA ESCUELA DE SANTA JUANA DE CHANTAL

APRENDER DEL SAGRADO CORAZÓN...

EN LA ESCUELA DE SANTA JUANA FRANCISCA FREMIOT DE CHANTAL

"¡Viva Jesús! si, mi Señor Jesús, viva y reine eternamente en nuestros corazones."

Notas íntimas de Santa Chantal, VSM.



Jueves 06 de agosto 2020

Nos santiguamos y recitamos la oración inicial

Eterno Dios, trino y uno: pues sois tan admirable en vuestros siervos, y especialmente lo fuisteis en vuestra escogida sierva Santa Juana Francisca, a quien fortalecisteis con una fe tan clara y resplandeciente de los misterios, que los creía más ciertamente que si los viese con los ojos del cuerpo, y que hicisteis que esta fe con que fue tan ilustrada, la sirviese de lúcida antorcha para caminar segura en medio de las tentaciones que sobre esta virtud sufrió, suplicoos, Jesús mío, me concedáis por la fe de vuestra sierva una fe que me ilumine para creer cuánto me enseña la Santa Iglesia, y que me dirija en los pasos interiores de mi espíritu, y me alcance la gracia que os pido durante este mes. Amén.


CONSEJO DE SANTA JUANA FRANCISCA

Mi querida alma, que tenéis un recuerdo continuo de aquellos días felices en que Dios se os ha dado del todo; gravad en vuestra memoria su misericordia y las promesas que le habéis hecho y bendecidlo eternamente. ¡Alabado seáis, Dios mío, para siempre!

RASGOS DE SU VIDA


Se sabe que al recibir el sacramento de la Confirmación, tomó el nombre de Francisca, que añadió al de Juana; y desde este día, principió a sentir el deseo que tuvo siempre de hacer cosas grandes por Dios y aún de padecer el martirio por su amor.

Juana Francisca se mudó con su hermana mayor, recién casada, a Poitou. La llegada del señor Barón de Francs y de su joven esposa, habían dado ocasión para que se celebrasen fiestas brillantes, a que acudió toda la nobleza de los alrededores. Nuestra Santa tenía entonces dieciséis años, y estaba en todo el brillo de su juventud. Apenas apareció, cuando se vio buscada, adulada y lisonjeada. Criada hasta entonces en la escuela severa de su padre, el Presidente Fremiot, conoció por primera vez el seductor lenguaje del mundo, tanto más dulce cuanto menos se conoce al principio de la vida.

El carácter de la persona que se le había dado para que la acompañase aumentaba el peligro. Era una mujer frívola, que no la hablaba más que de fiestas, bailes y adornos, haciéndola ostentación en su presencia de los mil secretos que había para agradar, y que conocía muy bien, por haberlos practicado demasiado. Decía a Juana Francisca, que si quería hacerla caso, conseguiría casarse con uno de los primeros y más grandes señores de Poitou.

La inocente niña escuchaba y no comprendía, pero sentía hacia esa mujer una repugnancia instintiva, de que no sabía darse cuenta. Deseaba no verla, e hizo cuanto pudo para que se la despidiese; pero no lo pudo conseguir, porque esta infeliz mujer tenía más artificios para mantenerse en la casa que fuerzas la niña para hacerla salir. Obligada a oír estas fútiles conversaciones, y expuesta a los peligros de la vanidad buscó su refugio en Dios a los pies de los altares, invocando a María a quien amorosamente llamaba Madre querida.

Entre los caballeros que con más frecuencia entraban en la casa del Barón de Francs había uno tan distinguido por la nobleza de su cuna como por la gracia y atractivo de su persona. Dicho caballero, que pertenecía a la religión protestante, conoció perfectamente que la mano de una joven tan virtuosa no sería nunca más que para un buen católico, y para alcanzarla fingió sentimientos que no tenía.

El señor Barón de Francs, muy amigo suyo, cayó buenamente en este lazo, o tal vez se prestó al ardid, con la esperanza de conservar a su cuñada en Poitou, y esperando que “la mujer fiel convertiría al marido infiel”; no obstante, por más ruegos que se emplearon, Juana Francisca se negó constantemente a este enlace.

Un día en que le instaban fuertemente, dio una respuesta llena de valentía y entereza cristianas de que había dado ya tantas pruebas: “Primero elegiría, dijo, una cárcel perpetua, que la casa de un hugonote para vivir en ella; y mejor sufriría mil muertes, una tras de otra, que verme unida con lazos del matrimonio a un enemigo de la Iglesia.” Esta respuesta dejó admirados a todos, porque como el joven caballero ocultaba sus verdaderos sentimientos, se le tenía por buen católico. Pero no se tardó en conocer que Juana Francisca había recibido del cielo una luz divina en este asunto, pues cuando su pretendiente perdió enteramente la esperanza de conseguir su mano, se quitó la mascarilla y se manifestó cuál era en realidad, hereje verdadero, y de los más obstinados.

LA PERFECCIÓN DE SU AMOR A DIOS

Jesús mío, dulce Esposo divino de Santa Juana Francisca, a quien fortaleciste con una esperanza tan segura que intentó y consiguió obras al parecer humano imposibles: fundó muchos monasterios y algunos con las rentas de la Providencia, esperó los sucesos prósperos cuando el mundo perseguía sus designios, y contra los recelos y temores de los hombres más doctos siguió los caminos elevados de su espíritu, firme siempre en vuestras promesas; suplicoos, oh Jesús mío, me concedáis por la esperanza firmísima de vuestra sierva, una constante esperanza de salvarme y de ejecutar cuanto conduce a vuestra gloria, sin temor de los respetos humanos.

Práctica

Se rezarán tres Padre Nuestros, Ave Marías y Gloria Patris a la Santísima Trinidad en obsequio del favor que la Santa recibió a lo largo de su vida y durante el día, tres actos de esperanza.

Gloriosísima Santa Juana Francisca:

- Ángel de la pureza, ruega por nosotros.

- Arcángel en la solicitud del bien de las almas…

- Principado excelentísimo en la dirección espiritual y perfecta de innumerables almas…

- Potestad admirable en refrenar los sentidos y las pasiones que son los demonios que más daño nos hacen…

- Virtud prodigiosa en muchedumbre de milagros…

- Dominación sagrada en forma de criatura terrestre de angélico espíritu.

- Trono donde descansó el celestial Esposo…

- Querubín luminoso que alumbráis las acciones de vuestro instituto con vuestros escritos…

- Serafín fogosísimo en cuyo pecho imprimió el amor el Santo nombre de Jesús…

Yo, Santa mía amadísima, me gozo de los singulares dones con que nuestro dulcísimo Esposo enriqueció vuestra alma, y confiado en vuestra benignísima caridad, imploró vuestra clemencia para que me alcances del Señor que os imite en esta vida, y después os acompañe en la gloria. Amén.

Antífona

Tenía Santa Juana Francisca muy grande reputación entre todos, porque temía mucho al Señor, y no había quién hablase de ella una mala palabra.

V. Supo complacer al Señor.

R. Y el Señor se agradó de su modo de proceder. 

Omnipotente y misericordioso Dios, que a la Bienaventurada Juana Francisca, abrasada en vuestro amor, la concedisteis una admirable fortaleza de espíritu para caminar en la perfección por todas las sendas de la vida espiritual, y quisisteis por su medio ilustrar a la Iglesia con una nueva familia; concédenos por sus méritos y ruegos, que así como conociendo nuestra flaqueza, confiemos en vuestra virtud, así con el auxilio de la divina gracia venzamos todo lo adverso, por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Nos santiguamos para finalizar

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