IV - PREFIGURAS - TOMA Y LEE

    

TOMA Y LEE

EL CORAZÓN DE JESÚS, EL LIBRO DE LA CIENCIA DIVINA DONDE APRENDIÓ SANTA MARGARITA MARÍA

Meditaciones 

(Cuarta parte)



TEXTO PARA LA MEDITACIÓN

"He aquí una mano extendida hacia mí, la cual tenía un volumen o libro arrollado." 
EZEQUIEL 2, 9.


San Buenaventura, Cardenal de la Santa Iglesia Romana, sacó toda su erudición y seráfica santidad de ese mismo divino Libro. Como fuese, un día, visitado por Santo Tomás de Aquino, y le preguntase éste por la biblioteca con la que había reunido tan sobresaliente doctrina, llevándolo San Buenaventura a otro aposento, le mostró una devota imagen de Jesús crucificado, señalada por las lágrimas y muy desgastada en la apertura del costado debido al sinnúmero de ósculos que había impreso en ella. Este es, dijo, mi único Libro y toda mi Biblioteca, pues todo lo que sé, lo tengo merced a este Libro de Vida

Es oportuno hacer aquí reminiscencias de aquel libro que mandó Dios, en otro tiempo, escribir al Profeta Habacuc en tablas de madera que debían extenderse, en público, a vista de todo el mundo, para que de esta suerte, no estando cerrado, sino abierto, pudieran leerlo todos: “Escribe la visión, dijo, y nótala en las tablillas de escribir para que se pueda leer corrientemente.” 

¡Oh libro admirable, escrito en tablas de madera y expuesto públicamente a todos los mortales para que lo lean! “Este libro, dice Lyreo, es Cristo detenido en la Cruz.” 

Era el diez y siete de Octubre del año de 1690, cuando, en medio de los más dulces sentimientos de piedad, abandonó la región de los vivos para volar a su Esposo, la V. María Margarita de Alacoque, perteneciente a la Orden de la Visitación de la Bienaventurada Virgen. En la fiesta de San Juan Evangelista, fue la mencionada religiosa agraciada con manifiesta aparición de Cristo nuestro benignísimo Salvador, mostrándole su Divinísimo Corazón en un trono de fuego, semejante a resplandeciente cristal, cruelmente herido, ceñido con una corona de espinas, de cuya parte superior, por lo ancho, levantábase espantosa cruz. 

Cristo Señor Nuestro en esta visión, como en un libro, quiso indicar aquel inmenso amor, que tan fuertemente lo inclinaba hacia nosotros, que no lo merecemos, desde el instante primero de su concepción hasta el fin de su vida. Por eso quiso que hasta el día estuviera abierto a todos aquel su Corazón Sagrado, no solamente en el cielo, sí que también en la Santísima Eucaristía, a fin de que en Él encontrasen todos los mortales auxilio seguro. 

Y así, dijo Dionisio de Chartres:  “Cristo, pendiente de la cruz, es el libro en el que podemos leer a maravilla, aprender, de un modo inefable y sobrenatural, las perfecciones de todas las virtudes que en Él resplandecen, y todo aquello que pertenece a nuestra eterna salud.” 

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