EN LA ESCUELA DE SANTA JUANA DE CHANTAL

 

APRENDER DEL SAGRADO CORAZÓN...


EN LA ESCUELA DE SANTA JUANA FRANCISCA FREMIOT DE CHANTAL

"¡Viva Jesús! si, mi Señor Jesús, viva y reine eternamente en nuestros corazones."

Notas íntimas de Santa Chantal, VSM.


Nos santiguamos y recitamos la oración inicial


Eterno Dios, trino y uno: pues sois tan admirable en vuestros siervos, y especialmente lo fuisteis en vuestra escogida sierva Santa Juana Francisca, a quien fortalecisteis con una fe tan clara y resplandeciente de los misterios, que los creía más ciertamente que si los viese con los ojos del cuerpo, y que hicisteis que esta fe con que fue tan ilustrada, la sirviese de lúcida antorcha para caminar segura en medio de las tentaciones que sobre esta virtud sufrió, suplicoos, Jesús mío, me concedáis por la fe de vuestra sierva una fe que me ilumine para creer cuánto me enseña la Santa Iglesia, y que me dirija en los pasos interiores de mi espíritu, y me alcance la gracia que os pido durante este mes. Amén.


CONSEJO DE SANTA JUANA FRANCISCA

Cuidemos de nosotros mismos, de nuestras acciones, palabras y pensamientos; en nuestra mente, para que sólo se interese por Dios; velemos por nuestra alma para mantenerla pura y fiel, y para mantener sus pasiones ordenadas; finalmente, velemos por todo lo que hay en nosotros, para que nada se estropee, que nuestros pensamientos sean de Dios y nuestras palabras de edificación al prójimo.

RASGOS DE SU VIDA

Resultó entre los dos Obispos una de las amistades fuertes y sólidas que nada puede romper, y que fue par el joven Andrés (Ilustrísimo de Bourges) una honra para toda su vida y una gran compensación de los sacrificios que había hecho. De esta amistad nacieron también las relaciones de San Francisco de Sales con el Presidente Fremiot, y en consecuencia con su hija la Baronesa de Chantal.

En ninguna parte se disfrutaba mejor de la conversación del Santo que en casa del Presidente Fremiot, y a ninguna parte iba con más gusto el Santo Obispo. "Todo el mundo, nos dice por sí mismo este bienaventurado, todo el mundo me festeja y me sonríe en esta casa". El buen Presidente, primero, a quien San Francisco de Sales amaba como a un padre, y cuya magnífica biblioteca venía a consultar y admirar; el Arzobispo de Bourges, después, en el que encontraba tan sincera bondad de alma y de corazón, y que estimaba como una de las almas más francas y sencillas en la amistad; y la Señora de Chantal, de quien nada decía por temor de no decir bastante.

Se han conservado varios fragmentos de las primeras conversaciones de los dos Santos; fragmentos muy cortos, pero admirables, en que la dulzura del uno, la fortaleza de la otra, la elevación y el desasimiento de los dos, brillan con dulce resplandor.

Un día que la Señora de Chantal había ido a comer, un poco más compuesta y adornada: «Señora, le dijo el bienaventurado sonriéndose, ¿pensáis en volveros a casar?» -¡Oh! no, Ilmo. Señor, respondió ella con viveza. -Pues entonces, replicó el Santo, es menester quitar la muestra. Comprendió muy bien la Santa lo que quería decir, y al otro día quitó de su traje ciertos adornos y primores permitidos a las señoras de su clase después del segundo luto.

Otro día notó San Francisco de Sales ciertos encajitos de seda en su adorno de crespón. Señora, la dijo, ¿dejaríais de estar decentemente vestida aun cuando no llevaseis esos encajes? Esto bastó, y aquella misma noche los descosió.

Otra vez, viendo unas borlas en los cordones de su cuello la dijo el bienaventurado con su ordinaria dulzura: «Señora, no estaría bien sujeto vuestro cuello aun cuando no tuviera al cabo del cordón esa invención?» Volviéndose al momento, tomó unas tijeras y cortó por sí misma las borlas.

Estos son sacrificios muy pequeños, se dirá; sí, sin duda; pero estos pequeños sacrificios en una historia que nos reserva para después otros tan brillantes, ¿no nos dan luces muy claras acerca del carácter de San Francisco de Sales y de la Se ñora de Chantal? Mirad bien a este Santo Obispo en su verdadero carácter; amable, ingenioso, siempre con la sonrisa en los labios, austero, no obstante, tanto al menos como oportuno, cubriendo de flores la Cruz, pero sin quitarla su amargura; haciendo entrar a las almas como por vía de juego en el austero camino de la simplicidad y del desasimiento, que es el verdadero camino cristiano. Al mismo tiempo vemos el fuerte y generoso carácter de la Señora de Chantal, su prontitud en la obediencia, su ansia de conocer la voluntad de Dios, su ardor en cumplirla, y ese vigor de alma que jamás retrocederá delante del sacrificio.


PETICIÓN

Amorosísimo Jesús y Dios eterno, que fortalecisteis con un espíritu de mortificación a vuestra escogida sierva Santa Juana Francisca, que decía, revestida del espíritu de fervor, la oración y la mortificación son los principales ejercicios de la Religión, habiéndose ejercitado en estas dos virtudes con mucha particularidad: os suplico, mi buen Jesús, me concedáis por vuestra escogida sierva, que mortifique todas mis acciones, palabras y pensamientos, y así merezca la gracia que os pido. Amén

PRÁCTICA

Se rezarán tres Padre Nuestros, Ave Marías y Gloria Patris a la Santísima Trinidad en obsequio del favor que la Santa recibió a lo largo de su vida y se harán tres actos de obediencia.

Gloriosísima Santa Juana Francisca:

- Ángel de la pureza, ruega por nosotros.

- Arcángel en la solicitud del bien de las almas…

- Principado excelentísimo en la dirección espiritual y perfecta de innumerables almas…

- Potestad admirable en refrenar los sentidos y las pasiones que son los demonios que más daño nos hacen…

- Virtud prodigiosa en muchedumbre de milagros…

- Dominación sagrada en forma de criatura terrestre de angélico espíritu.

- Trono donde descansó el celestial Esposo…

- Querubín luminoso que alumbráis las acciones de vuestro instituto con vuestros escritos…

- Serafín fogosísimo en cuyo pecho imprimió el amor el Santo nombre de Jesús…

Yo, Santa mía amadísima, me gozo de los singulares dones con que nuestro dulcísimo Esposo enriqueció vuestra alma, y confiado en vuestra benignísima caridad, imploró vuestra clemencia para que me alcances del Señor que os imite en esta vida, y después os acompañe en la gloria. Amén.


Antífona

Tenía Santa Juana Francisca muy grande reputación entre todos, porque temía mucho al Señor, y no había quién hablase de ella una mala palabra.

V. Supo complacer al Señor.

R. Y el Señor se agradó de su modo de proceder.

Omnipotente y misericordioso Dios, que a la Bienaventurada Juana Francisca, abrasada en vuestro amor, la concedisteis una admirable fortaleza de espíritu para caminar en la perfección por todas las sendas de la vida espiritual, y quisisteis por su medio ilustrar a la Iglesia con una nueva familia; concédenos por sus méritos y ruegos, que así como conociendo nuestra flaqueza, confiemos en vuestra virtud, así con el auxilio de la divina gracia venzamos todo lo adverso, por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Nos santiguamos para finalizar

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