NUNCA FUE TAN FÁCIL GANARSE EL CIELO
JOSÉ SÁNCHEZ DEL RÍO
AÑO 1926
Todos los gobiernos posrevolucionarios buscaban consolidar el Estado laico.
La Constitución de 1917 prohibía el culto público fuera de los templos, suprimía las órdenes religiosas, limitaba los derechos civiles del clero como el voto o la libertad de expresión, además de nacionalizar los bienes eclesiásticos.
Al inicio de la puesta en marcha de la Ley Calles, en julio de 1926, en la que el presidente de México impuso una serie de medidas anticlericales extremas, varios grupos de católicos se levantaron en armas y Sahuayo se convirtió rápidamente en un foco de la resistencia cristera.
La Constitución de 1917 prohibía el culto público fuera de los templos, suprimía las órdenes religiosas, limitaba los derechos civiles del clero como el voto o la libertad de expresión, además de nacionalizar los bienes eclesiásticos.
Al inicio de la puesta en marcha de la Ley Calles, en julio de 1926, en la que el presidente de México impuso una serie de medidas anticlericales extremas, varios grupos de católicos se levantaron en armas y Sahuayo se convirtió rápidamente en un foco de la resistencia cristera.
Su hermano Miguel decidió tomar las armas y unirse activamente a la resistencia para defender la causa de Cristo y de su Iglesia.
Así se vería a sus casi 14 años "JOSELITO", como cariñosamente lo llamaba Doña María del Río Arteaga, su madre, cuando viendo el valor de su hermano, pidió permiso a su padre, don Macario Sánchez Sánchez para alistarse como soldado de Cristo.
Su madre trató de disuadirlo pero él le contestó:
"Mamá, nunca había sido tan fácil ganarse el cielo como ahora, y no quiero perder la ocasión".
José se presentó, entonces, con su hermano Macario ante el general Prudencio Mendoza, que le dijo:
“Eres muy pequeño para la guerra, regresa a tu casa.”
El General Mendoza Alcázar, era originario de Río de Huertas, Quitupán, Jalisco y combatía en la región de Cotija y otras localidades en los altos de Jalisco y Michoacán.
AÑO 1927
Doña María le dio el permiso de irse, pero le pidió que primero escribiera al jefe de los Cristeros para ver si lo admitía.
Mendoza consideraba que el muchacho no tenía edad ni fuerza para el combate, pero le respondió que sólo lo admitiría si sus padres lo autorizaban.
Entonces José volvió a escribirle una carta que lo conmovió profundamente y a sus oficiales, quienes determinaron acceder a su petición no solo por su insistencia, sino por su profunda fe y madurez espiritual.
La versión más conocida es la siguiente:
"Mi general Prudencio Mendoza:
Me han dicho que no me admite usted en las filas por estar muy chico.
Pero no importa; yo no quiero quedarme, porque nunca ha sido tan fácil ganarse el cielo como ahora.
Quiero ir al campo de batalla a luchar por Dios y por mi religión.
No importa que muera; Jesús me dará fuerzas para no rendirme y morir en su causa.
Su servidor que besa su mano,
José Sánchez del Río."
Me han dicho que no me admite usted en las filas por estar muy chico.
Pero no importa; yo no quiero quedarme, porque nunca ha sido tan fácil ganarse el cielo como ahora.
Quiero ir al campo de batalla a luchar por Dios y por mi religión.
No importa que muera; Jesús me dará fuerzas para no rendirme y morir en su causa.
Su servidor que besa su mano,
José Sánchez del Río."
José fue aceptado entonces como abanderado del regimiento cristero; no como soldado armado, sino que fue nombrado asistente del general y ayudante en tareas de guerra.
En el campamento se ganó el cariño de sus compañeros que lo apodaron "Tarsicio".
San Tarcisio es un mártir cristiano de los primeros siglos, venerado como patrono de los monaguillos y de los jóvenes que sirven en el altar.
Murió en el siglo III, durante la persecución del emperador Valeriano, alrededor del año 257 d.C., posiblemente adolescente.
Según la tradición, Tarsicio recibió la encomienda de llevar la Eucaristía a los cristianos encarcelados, que no podían asistir a la misa por la persecución. En el camino fue interceptado por un grupo de paganos que sospecharon que llevaba algo sagrado. Le exigieron entregar lo que llevaba, pero Tarsicio prefirió morir antes que profanar el Cuerpo de Cristo. Fue golpeado hasta morir, sin soltar el tesoro eucarístico que defendía con su vida.
Sigamos con Joselito...

Era el encargado de limpiar las armas, ayudaba a preparar los alimentos y a servirlos a la tropa. Se encargaba de los caballos y otros muchos pequeños servicios.
El General Guízar Morfín lo nombró clarín, es decir, era el encargado de transmitir las órdenes y de llevar el estandarte con la Imagen de la Virgen de Guadalupe.
Por la noche dirigía el santo rosario y animaba a la Compañía a defender su fe.









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